El desprestigio y el desconcierto por la metamorfosis de una diplomacia que antaño había sido reconocida como destacada por el resto del mundo fueron avasalladores.
Durante casi dos décadas, México ha tenido una política internacional errática y ciega. O más bien, habría que decir que no hemos tenido una política exterior armada del todo. Esto se recrudeció dramáticamente en el sexenio de AMLO, durante el cual México se miró al ombligo y el Presidente ignoró la existencia del entorno global que rodea e impacta los intereses nacionales. La herencia de Marcelo Ebrard a Alicia Bárcena es de tal manera perniciosa que a ésta última ya no le alcanzó el tiempo para resarcir los daños que aquél y el Presidente le hicieron a la presencia de México en el mundo. México quedó descolocado por la falta de acción racional de su Ejecutivo y también porque nunca articuló una política exterior del siglo XXI, que identificara los grandes desafíos planteados por la globalización y el entorno internacional.
La debilidad territorial que sufre México en el escenario global ha marcado el destino de una política exterior a la vez ideologizada y marginal. No sólo se alejó de los principios doctrinarios, como el de no intervención tan celosamente protegido por el añejo y singular chovinismo diplomático mexicano; también se alejó del cumplimiento de intereses (el bienestar de los paisanos) y se violentaron los principios democráticos elementales, con los cuales se jugó arteramente al enterrarlos en el momento mismo en que México se asoció con regímenes autoritarios como el de Maduro en Venezuela, el de Díaz-Canel de Cuba, el de Ortega en Nicaragua, o el del autócrata ruso, Vladimir Putin. Se perdió el rumbo y nuestro país quedó a la deriva y expuesto ante el mundo como una nación timorata en la aplicación de su confusa política exterior. El desprestigio y el desconcierto por la metamorfosis de una diplomacia que antaño había sido reconocida como destacada por el resto del mundo fueron avasalladores. Entonces, ¿qué se necesita? Se requiere de una política exterior profesional y no ideologizada. Asimismo, se tiene que reconocer que el entorno internacional del régimen político mexicano entraña grandes retos. La globalización de la política y la economía mundiales vuelve impostergable que la política exterior de México se someta a una seria revisión si se desea cumplir con la expectativa expresa de que nuestro país sobreviva con éxito a la ola de cambios a que el sistema internacional ha estado expuesto desde el fin de la Guerra Fría. Son innumerables los temas de los que ha dependido y dependerá México en esta materia, pero, sobre todo, serán muchas las exigencias que este contexto cambiante le planteará a México. No será ocioso, entonces, debatir con amplitud acerca de la naturaleza de la política exterior y sentar las condiciones para que se emprenda una reflexión sobre si ésta debiera proyectarse como una de intereses, de principios, o de una combinación sensata y pragmática de ambos.
Comentarios
Publicar un comentario