En días recientes ocurrieron dos jornadas electorales históricas en Francia y Gran Bretaña que representan un interesante paradigma que va en sentido contrario de aquel que ha querido dominar el espectro político europeo: el del avance de la ultraderecha que domina en Hungría, Italia, Austria y Bélgica, entre otros casos. Ante el triunfo de Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen en las elecciones parlamentarias europeas, el presidente Macron decidió, con un arrojo temerario, adelantar las elecciones una vez disuelta la Asamblea Nacional. Cuando esto ocurrió, ante un clamor y confusión generalizados, los pronósticos y algunas encuestas daban por sentado que RN arrasaría e incluso podría obtener la mayoría absoluta. Esto hizo temer a la mayoría de los franceses de que, ahora sí, la extrema derecha se podría colocar en la antesala del gobierno. La movilización del Frente Republicano fue inmediata y bien organizada y se fundó el Nuevo Frente Popular (NFP), encabezado por Jean-Luc Mélenchon, el polémico, euroescéptico y extremista líder de Francia Insumisa. Se adhirieron el Partido Socialista, Plaza Pública (de corte socialdemócrata), los verde ecologistas y los comunistas, junto a otras fuerzas menores de la izquierda francesa. Por su lado, el partido de Macron (Ensemble o Juntos) se organizó por su cuenta. El caso es que el NFP logró la hazaña en pocos días de convencer a sus militantes de que su estrategia tenía que ser pragmática y construir un cordón sanitario contra la ultraderecha que, por fortuna, ha vuelto a funcionar después de aquel otro cerco de 2002 cuando Jacques Chirac derrotó a Le Pen padre en forma masiva. En esta ocasión, el cerco sanitario contra el fascismo francés funcionó gracias a la participación de 66.7% del padrón, la más alta desde 1997. Al final, los resultados fueron: NFP, 182 escaños; el partido de Macron de centro derecha, 163 escaños; el Lepenismo, 143 escaños y otros partidos, 68 escaños. La ultraderecha queda en tercer sitio y, aunque no le alcanza para gobernar, su avance es muy preocupante con relación a los comicios pasados, cuando su presencia en la Asamblea no pasaba de 80 escaños. En todo caso, como nunca, los franceses dijeron con claridad por dónde querían que los destinos de Francia fueran conducidos. La sensación de alivio se respiraba en toda Francia. después del proceso electoral en el que los demócratas pudieron contener a la extrema derecha racista y xenófoba.
En el Reino Unido las cosas pintaron magníficamente para el laborismo, que el 5 de julio obtuvo la victoria más contundente para fuerza política alguna en décadas. Keir Starmer, el líder del laborismo, se convirtió en primer ministro en una elección en donde el laborismo impuso sus términos más allá de la mayoría absoluta. Arrasó y dejó a los Tories en una posición de mucha debilidad. Desde hace varios meses las encuestas daban al laborismo (y en ésta no se equivocaron como en Francia) una ventaja notable y eran considerados favoritos para vencer a los conservadores y al primer ministro Rishi Sunak, después de 14 años de gobiernos Tory. Según la encuestadora Ipsos, del sociólogo John Curtice, el laborismo obtiene 410 escaños contra 131 del Partido Conservador, 234 menos de los que obtuvo en 2019. El partido de Nigel Farage, autor del Brexit y el actor político británico más cerca de la extrema derecha, finalmente pudo entrar al parlamento, con 13 escaños solamente, aunque amenaza con hacer crecer a su fuerza política (Reformar) para los años venideros. De hecho, existe en el seno de los tories una discusión de si se alían con Farage en el futuro o no, lo cual indica cuánto han sido penetrados los conservadores por posiciones mucho más a la derecha del espectro político tradicional de los tories. Los liberaldemócratas se quedan con 61 escaños, convirtiéndose en la tercera fuerza política. El partido laborista ha prometido una “renovación nacional”, poniendo un gran énfasis en el crecimiento económico para una economía relativamente estancada. También reformar al NHS, el sistema de salud británico que acumula una lista de espera de ocho millones de usuarios, introducir mejoras en la policía y el sistema penal y lograr una energía verde más asequible, para lo cual se creará una nueva empresa pública, Great British Company, todo un plan muy ambicioso que renovaría la vida social y política del Reino Unido. Con respecto al tema de la inmigración irregular, Starmer ha optado por la cautela ante la creciente polémica por las deportaciones masivas ilegales a Ruanda que emprendió Sunak. En su lugar, Starmer las suspenderá por ineficaces y creará un Nuevo Mando Conjunto para Control de Fronteras.
Francia y Reino Unido se encaminan a presentar contrapesos en el debate político ideológico europeo y es una buena noticia que dos de las más importantes economías europeas lo emprendan con la legitimidad necesaria, para lo cual, sobre todo en Francia, tendrá que existir una nueenen más fácil) y enfrentar el reagrupamiento de la derecha extrema que tanto daño le ha hecho a lava cultura del consenso y acuerden nombrar un primer ministro de izquierda moderada que cohabite con Macron. Por lo pronto, habrán de elaborar las estrategias para que la polarización termine (los laboristas la ti democracia europea.
Comentarios
Publicar un comentario