Es probable que el chavismo en Venezuela haya sido ya herido de muerte a partir de las pasadas elecciones (hay que notar que las estatuas de Hugo Chávez han empezado a ser derrumbadas por los manifestantes en contra del régimen, todo un hecho simbólicamente notable). Las elecciones en Venezuela han arrojado un sinfín de dudas y producido protestas crecientes que amenazan con incendiar ese país, si es que no está incendiado ya. El régimen y el órgano electoral que controla, el Consejo Nacional Electoral (CNE), anunciaron sin mostrar prueba alguna, un triunfo de Maduro con 51.9% contra 43.1% de Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición. María Corina Machado, líder de la oposición e inhabilitada arbitrariamente por el chavismo, afirma tener más de 80% de las actas, cuyos resultados darían 67% a González Urrutia, o siete millones de votos y 30% a Maduro, o tres millones de votos. Una gran diferencia que hoy tiene a una gran mayoría de actores internacionales, encabezados por Estados Unidos, lanzando una voz de alarma internacional por el cínico fraude de Maduro, quien no ha podido entregar las actas con el fin de cotejarlas con aquellas que ya tiene la oposición.
El Centro Carter (CC), la ONU, la OEA (denunció la “manipulación aberrante” en un “proceso sin garantías”), la Unión Europea (UE), un buen número de gobiernos latinoamericanos, entre ellos destacadamente Brasil, Colombia y Chile, han puesto en duda los resultados y no han reconocido el triunfo de Maduro. El CC afirmó que los comicios “no pueden considerarse democráticos” y que si el CNE no facilita las actas supondrá una “grave violación” de los principios electorales. En todo caso, la producción de las actas sería una forma de demostrar la derrota de Maduro, razón por la cual éste se niega a hacerlo. La situación es muy compleja y peligrosa, toda vez que el régimen chavista ha endurecido sus posiciones y Maduro ha pedido el encarcelamiento de Machado y de González, razón por la cual Machado se ha resguardado. Estados Unidos a través del secretario de Estado, Antony Blinken, ha reconocido a González Urrutia como ganador de la elección; así lo dijo Blinken: “Dadas las pruebas abrumadoras, está claro para EU y, lo que es más importante para el pueblo venezolano, que Edmundo González Urrutia logró la mayoría de los votos en los comicios presidenciales del 28 de julio. Felicitamos a González Urrutia por su exitosa campaña. Ha llegado el momento de que las partes comiencen conversaciones sobre una transición pacífica y respetuosa de acuerdo con la ley electoral de Venezuela y la voluntad del pueblo venezolano”. Estas son las declaraciones más duras hasta el momento de parte de Washington, que acompañan las posturas de las ONG y organismos internacionales frente el proceso electoral venezolano. Por lo pronto, Argentina y Uruguay se han unido a este reconocimiento que hizo Washington.
Por su parte Colombia, Brasil y México se han puesto de acuerdo para mediar entre la dictadura y la oposición. Los presidentes Petro, Lula y López Obrador tuvieron una conversación (y han emitido dos sendos comunicados conjuntos) en la que acordaron pedir al gobierno de Maduro presentar las actas para demostrar el triunfo que tanto ha pregonado el CNE, cosa a la que se ha negado por no demostrar (como ya lo hizo la oposición) de ninguna forma el triunfo de Maduro. Si fuera cierto el resultado que presentó el órgano electoral, lo más sencillo sería la divulgación de estas actas ante la opinión pública nacional e internacional. Una de las principales condiciones que presentó este grupo de manera absurda, es la de excluir a Machado de las negociaciones, a quien Maduro considera una “fascista” y no puede ver ni en pintura. Hay que decir lo muy inconveniente e inútil que sería que González Urrutia se reúna con Maduro toda vez que éste se ha instalado en una posición de total intransigencia. En todo caso, lo más que se va a poder lograr con la intermediación de Colombia, Brasil y México, es que cese o disminuya el ímpetu represivo del gobierno chavista, pero sin contar con que las movilizaciones continúen, las cuales son la única arma que tiene la oposición para hacerse presente en este crítico momento de la vida pública venezolana. Además, se ve difícil que Machado acepte ser puesta a un lado, sobre todo por que ella es la cabeza más rentable que tiene la oposición frente al régimen y ha sido la patrocinadora más firme de González Urrutia, a quien nadie conocía hasta que Machado le cedió todo su capital político y lo presentó a su base de apoyo convirtiéndolo en un candidato popular. Las resistencias del déspota hacen difícil la transición democrática que tanta urgencia tiene Venezuela y los esfuerzos de mediación van a fracasar (México no es un actor neutral y eso afecta la mediación) toda vez que el endurecimiento del aparato político militar contra la disidencia se intensifica cada vez más.
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