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El secuestro del Estado

La jefa del Estado en México se encuentra copada por las fuerzas centrífugas del crimen organizado, heredadas de su mentor político, quien también la presiona, las presiones del autócrata Donald Trump y las vicios cleptocráticos y antidemocráticos de su partido, Morena, también heredadas de López Obrador. En consecuencia, el Estado en el que cohabita se encuentra restringido y tomado gradualmente por estas fuerzas, haciendo de la defensa del gobierno y de la sociedad representada, un ejercicio nulo. Hoy en día, ambos están expuestos a la violencia y la inseguridad triple que se vive en el país, la física, la política-institucional y la económica.

    El autoritarismo y la corrupción heredadas a Sheinbaum y consecuentadas por ella, han hecho que la gobernanza sea técnicamente imposible o, por lo menos, cuando esta se efectúa, sea caótica. No ha habido racionalidad estatal al ejercer el poder y al tomar decisiones en las muy diversas áreas que hoy en día se encuentran en tierra de nadie. Un ejemplo es la política de seguridad que aún no sabemos si depende de la Secretaría de Seguridad Pública, encabezada por Omar García Harfuch, o en manos de las fuerzas armadas; entre ambas instancias hay tensiones palpables y se percibe que el ejército ha estado presionando a la presidenta para que quite del camino a García Harfuch. Aquí hay una confusión que ha impedido a la presidenta tomar el mando en forma completa. En el inter, los carteles, y Donald Trump le hacen pasar muy malos ratos. Por un lado, los primeros siguen su ofensiva y controlan espacios del territorio nacional en los que las fuerzas de seguridad no pueden penetrar. Por el otro lado, el trumpismo presiona para impulsar su agenda militarista en territorio nacional y filtra la “lista Marco” (por Marco Rubio, secretario de Estado) en la que aparecen más de cuarenta nombres de funcionarios, exfuncionarios, legisladores, gobernadores, presidentes municipales, etc., que están en la mira del Departamento de Estado para cancelarles la visa estadunidense y para continuar con las investigaciones que los ligan a asociaciones ilícitas.

La presidenta parece no entender o aceptar que lo que Washington y su aparato de inteligencia le exigen -dentro del cual hay muchos actores antimexicanos- son cabezas claramente identificadas con las actividades criminales de los cárteles y que están muy cerca de, o de plano, ya han penetrado profundamente el aparato estatal. Esta es otra herencia maldita de AMLO que Sheinbaum sigue consecuentando. Si optara por ser su propia persona y tener una presidencia propia y sin simulaciones, tendría que pintar su ralla con el expresidente, quien presumiblemente tiene una larga cola de complicidades con el crimen organizado. Esto le permitiría un mayor margen de acción en su estrategia anticrimen y en otras muchas tareas de Estado. Pero también la llevaría a romper un vínculo histórico y una alianza que hizo con López Obrador desde el momento en que decidió ser presidenta bajo su férula. No está claro que la presidenta tenga los arrestos necesarios o la claridad de miras para llevar a cabo una decisión tan audaz y que se le agradecería en amplios sectores, toda vez que dicha alianza es la que tiene sumida a la República en una crisis multisectorial y en un vacío existencial de dimensiones nunca vistas en la historia moderna de México. Si a todo esto agregamos la reforma al poder judicial (que atenta contra el equilibrio de poderes) y las desaseadas elecciones de jueces, magistrados y ministros del poder judicial de la federación, que el gobierno, el INE, el Tribunal Electoral del Poder Judicial y sus personeros han avalado cínicamente y con una narrativa falsamente democrática, tenemos a estas alturas del sexenio una degradación total de la vida pública nacional. 

Recuperar la conducción del aparato estatal y arrebatárselo a las fuerzas ocultas y no tan ocultas que se han convertido en la sombra de Sheinbaum desde el inicio de su período presidencial, será parcialmente posible si logra romper con el expresidente quien, en su profunda irresponsabilidad en la conducción de los asuntos públicos, llevó a este país al precipicio en que se encuentra hoy y frente a lo cual el gobierno se ha mostrado incompetente para remediar. Por último, con la elección judicial, la grosera sobre representación legislativa de Morena que también toleraron el INE y el Tribunal Electoral y un Ejecutivo que promueve y consecuenta tal estado de cosas, le dejan a Sheinbaum un estado antidemocrático y expuesto interna como externamente en forma tan drástica como grave. Así las cosas, el secuestro del estado que padece México será resuelto hasta el momento en que Claudia Sheinbaum decida ser autónoma, libre y, aunque ya perdió parte de su legitimidad, legítima en su ejercicio del poder presidencial.

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