En 2011 Fareed Zakaria pronosticó que el mundo se aproximaba a una era postestadunidense. Probablemente el gobierno de Obama fue el que más quedó expuesto a esta transición que hoy día podría ser más visible a partir de las torpes políticas arancelarias de Donald Trump, que han provocado un aislamiento internacional de EU aún mayor al ya existente hace un lustro. En efecto, en el ámbito del debate político interno que estaba presente en EU antes de 2008, Obama se mantuvo consistentemente del lado de su estrategia original de Smart Power. Por ejemplo, tenemos primero y principalmente el pronunciamiento de Obama a favor de su aliado incómodo, Israel -todo un tema en el Capitolio-, que incluiría el ataque concertado a Irán de continuar este país con el muy poco claro proceso de enriquecimiento de uranio, que Israel pregonaba para chantajear a occidente (Irán ha cruzado la zona roja y ya tiene armas nucleares arguía Israel). En ese contexto, Obama afirmó que cuando se tratara de prevenir que Irán obtuviera armas nucleares lo evitaría por todos los medios: “un esfuerzo político para aislar a Irán; un esfuerzo diplomático para sostener la coalición del P5+1 y asegurar que el programa iraní fuera monitoreado; un esfuerzo económico que imponga sanciones; y, sí, un esfuerzo militar para estar preparado ante cualquier contingencia” (The White House, “Remarks by the president at AIPAC Policy Conference,” The White House, 4 de marzo de 2012).
Las cosas cambiaron y Obama inauguró una nueva relación con Irán a partir del ascenso de sectores moderados en Irán (del extremista Mahmud Ahmadineyad a Hassan Rouhani). Este reacercamiento de Irán con Occidente se apuntaló a raíz del acuerdo nuclear logrado en Ginebra entre el Grupo P5+1 e Irán (el grupo lo integraban EU, Gran Bretaña, Francia, China, Rusia y Alemania), que el 24 de noviembre de 2013 firmaron un compromiso que obligaba a Irán a disminuir hasta un 5% su producción de Uranio 235 y a las potencias a levantar sanciones económicas a Teherán por un monto de siete mil millones de dólares, más 30 mil millones que recuperaría Teherán como fruto del levantamiento de sanciones a sus exportaciones petroleras. Era visible que estos hechos alejaban, momentáneamente, los nubarrones de enfrentamiento toda vez que los incentivos, sobre todo para Irán, eran muchos.
Sólo faltaba que llegara Trump al poder en 2018 para echar por los suelos la estabilidad regional e internacional lograda por el P5+1. Trump despedazó el acuerdo presionado por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu y se retiró de la mesa de negociaciones radicalizando a Irán, a quien Washington reimpuso severas sanciones que han devastado la economía iraní. De aquí las advertencias de Irán de que continuaría con el enriquecimiento de Uranio y desconocería a su interlocutor estadunidense. Esta situación se mantuvo durante el primer gobierno de Trump y el de Biden. Ahora, Trump ha reabierto las negociaciones con Irán asumiendo una posición de fuerza y una retórica belicista que Irán ha rechazado. Las negociaciones entre los dos países en Dubai están encabezadas por el canciller iraní, Abbas Araghchi y el enviado para el medio oriente de Estados Unidos, el multimillonario Steve Witkoff. Este último ha declarado que la línea roja establece que Irán acepte no seguir enriqueciendo uranio a lo cual Teherán ha contestado que el “principio del enriquecimiento en sí mismo es simplemente no negociable”: Irán argumenta que la “máxima presión” impuesta por EU y sus exigencias de cero enriquecimiento de uranio y la destrucción de sus reservas del uranio ya enriquecido “no ayudarán en el progreso de las negociaciones”, según un funcionario iraní del más alto nivel. Por otro lado, Irán mantuvo pláticas con tres potencias europeas (Gran Bretaña, Francia y Alemania) en Estambul el viernes pasado que van en línea paralela a las que entablaron Washington y Teherán, no queriendo con esto los países europeos, entorpecer las negociaciones que EU e Irán llevan a cabo. Todo este enredo fue causado en buena medida por el primer Trump y sus caprichos, así como la alianza que Israel y EU mantienen en torno a este grave problema. Fueron ocho años claves los que se perdieron al suspender el acuerdo firmado por el P5+1 con Irán. Durante este tiempo Irán aprovechó para lograr acelerar su enriquecimiento de uranio hasta en un 60% de pureza, muy cerca del nivel de 90% que es el porcentaje para obtener el estatus de armamento nuclear según lo ha establecido la ONU. Aunque podría haber condiciones de acuerdo, las cosas están tensas entre los dos países. Trump amenaza con bombardear Irán si este no termina con el proceso de enriquecimiento de uranio; Irán, por su lado, aprovecha la ocasión para asumir una posición de fuerza en la negociación, dado su avance en el enriquecimiento, todo lo cual hace muy difícil que en la mesa de negociaciones se llegue a un acuerdo de consenso inmediato y se termine con esta tensión entre Washington, Teherán y el mundo. Los caprichos tienen un límite, incluso para Trump, que con el tiempo se ha convertido en un personaje tragicómico.
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