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Los murmullos de Trump

Cada vez se hace más evidente que Donald Trump es un hacedor de problemas, de promesas infundadas, más que un hacedor de paz en los dos conflictos más severos que se viven en el orden internacional, la guerra en Gaza, profundizada cruelmente debido a la necedad de Benjamin Netanyahu y de Hamas y la guerra de Rusia contra Ucrania que ya va en su tercer año y frente a la cual Trump no ha podido hacer absolutamente nada a pesar de todas sus habladurías al comienzo de su segunda gestión presidencial. La política exterior de Trump es caótica, carente totalmente de cordura y sentido estratégico. El actor racional que solía conducir las políticas exteriores de Estados Unidos hoy está, con Trump, por completo ausente y cuando este actor actúa, es errático, displicente y cínico. Un ejemplo muy representativo de las lagunas de Washington es la política hacia Rusia. 
Desde el principio de su mandato, Trump aventuró que resolvería el conflicto en tiempo breve. Hasta la fecha lo único que ha habido es una postura y un diálogo esquizofrénico con Vladimir Putin, el agresor, a quien en un momento dado Trump lo catalogó como víctima de Volodymyr Zelenski, el presidente ucraniano y no responsable directo de la agresión que provocó la guerra, y hoy lo amenaza con aranceles del 100% si no llega a un acuerdo de tregua en 50 días (esto lo afirmó hace aproximadamente diez días), cosa que Putin ha rechazado de antemano. Después de varias llamadas entre los dos líderes, Putin no ha cesado de bombardear con una saña inédita la capital de Ucrania y otros objetivos militares del autócrata ruso y su elite militar cada vez más golpeada por supuestas deserciones entre sus tropas y el asesinato de varios oficiales de alto rango. Es tal la decadencia del contacto bilateral entre Washington y Moscú, que Trump ha pedido casi en murmullos a Zelenzki, “¿Puedes atacar Moscú?, Puedes atacar San Petersburgo también?” Y Zelenski respondió “por supuesto, si nos dan las armas”. Esta conversación, según el Financial Times ocurrió el 4 de julio, un día después de una llamada entre Trump y Putin. En esta conversación al líder ruso reiteró que no abandonará sus objetivos en Ucrania. El diario europeo sostiene que Trump busca hacer sentir el dolor a Rusia y empujar al Kremlin a la mesa de negociaciones. Sea lo que sea y confirmando la ausencia total de política rusa, Washington se mostró como un actor veleidoso incapaz de hacer que algo funcione en estos momentos del conflicto y en cambio (a pesar de haber retirado la ayuda militar a Ucrania, hoy reactivada en forma parcial), se presta a mendigar la intervención suicida de Zelenski en el corazón de la Federación Rusa, conminándolo a atacar las dos ciudades rusas más importantes. Mayor sadismo no encontraremos en décadas.
Ante esta decadencia en la política exterior, hay que agregar algunos pendientes en el frente interno, tales como los impulsos hiper violentos (de alcance tiránico y de corte neofascista) del trumpismo en contra de las comunidades migrantes que han sufrido los actos arbitrarios de ICE y del Departamento de Seguridad Nacional: 55% de la población en general reprueba las medidas violentas y las redadas en contra de los inmigrantes; el “affaire” Epstein, que tiene al presidente defendiéndose como puede de los señalamientos de sus supuestos vínculos íntimos con el financiero condenado por pederasta y muerto por supuesto suicidio en la cárcel. Este último asunto ha llevado a un sector muy representativo de su base en MAGA (Make America Great Again), así como a sectores del Partido Republicano, a ponerse en su contra; en todo caso, sus roces con el magnate pedófilo son enteramente vergonzosos, haya sido o no Trump cómplice de sus orgías abusivas en contra de menores. De cualquier manera, resulta éticamente intolerable que el presidente tenga manchadas las manos con tantos casos de abuso sexual por las que ha sido juzgado y condenado (el caso Stormy Daniels). Con relación a otros muchos temas de la agenda doméstica, como el de la salud, la inflación, y la educación a todos los niveles, pero sobre todo superior, Trump está demostrando una creciente incompetencia para gobernar una nación tan compleja como Estados Unidos. Así, está teniendo dificultades serias para imponer el control del relato aunque tenga avances en contra de Paramount y haya lanzado demandas contra varios periódicos como el Wall Street Journal y The New York Times (aún sin éxito) y tenga una formidable capacidad para construir una narrativa que lo ha salvado de todos los grandes escándalos político-judiciales que deberían tener hartos a los votantes estadunidenses y a él en la cárcel, de la cual sólo se salvó por haber salido electo como presidente. Que no nos sorprenda que Trump pueda acabar muy mal y que muchos de sus aliados empiecen a abandonar el barco más temprano que tarde.

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