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Y ahora es contra Brasil

Donald Trump no se ha cansado de humillar a sus contrapartes y socios comerciales en el curso de los estires y aflojes por los aranceles impuestos por Estados Unidos. En efecto, tal fue el caso de la imposición del 15% de aranceles a las exportaciones de la Unión Europea a ese país. Antes de la fecha límite del 1 de agosto la UE logró un acuerdo con EU (aunque todavía con muchas quejas, sobre todo de parte de Alemania que ve afectada su industria automotriz). Y es el caso también de México que ha tenido que aguantar los vaivenes del rey Trump con relación a los aranceles aplicados a la exportación de acero, aluminio y automotores. Faltaba sólo Brasil a quien Trump le ha aplicado un arancel del 50% a los productos brasileños de exportación a ese país. Además, revocó los visados de ocho jueces del Tribunal Supremo de Brasil, aplicó la ley Magnitsky -hasta entonces reservada a graves violadores de derechos humanos o a corruptos notorios- contra el magistrado Alexandre de Moraes ponente designado para llevar a cabo el juicio en contra del expresidente Jair Bolsonaro, acusado de cinco cargos, entre ellos el intento de golpe de Estado y el intento de asesinato en contra del presidente Lula Da Silva. El pasado lunes Moraes ordenó el arresto domiciliario del golpista y extremista expresidente por hacer uso de sus redes para difundir y publicitar un evento de apoyo de sus partidarios en diferentes ciudades de Brasil, todo lo cual lo tenía prohibido.
 Trump no oculta que el tarifazo – el más alto de su guerra comercial contra el mundo- está menos relacionado con cuestiones meramente comerciales que con el juicio por presunto golpismo que enfrenta Bolsonaro, al que Trump considera una “caza de brujas” judicial. El mismo lunes por la noche, la Casa Blanca condenó la decisión soberana del juez Moraes desde la página web de la Oficina del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado. Según declaró el secretario de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, intentando quitarle dramatismo al tarifazo, EU representó alguna vez el 25% de las exportaciones de Brasil, pero ahora esa cifra se redujo hasta el 12%, disminución que aminora la dependencia comercial de Brasil. A manera de defensa y animando una salida diplomática, Haddad declaró que “existen muchas oportunidades de beneficio mutuo que se están bloqueando sin motivo alguno”.
Mucho puede suceder todavía. Por lo pronto, Bolsonaro está detenido en prisión domiciliaria; por primera vez hay generales sentados en el banquillo de los acusados de la justicia civil por intento de golpe de Estados; y aunque ciertamente el sistema judicial merece críticas más que justas, ya se han puesto límites importantes y resistido a ataques persistentes y amenazantes de la ultraderecha en contra del poder judicial. En lo que respecta a Trump, claramente está contaminando su política comercial con temas de política local. Esto mismo le ocurrió a Canadá recientemente, cuando Trump confesó que sus aranceles a ese país también se debían a la intención de Canadá de reconocer la existencia del Estado Palestino. Como hemos dicho en este espacio, la conducta de Trump tiene un componente de sadismo notorio que no ha podido ser ocultado. Acompaña al liderazgo sádico un impulso por humillar al contrario hasta el punto de pretender arrodillarlo. Esto pasó Con Zelensky, con Cyril Ramaphosa, líder sudafricano, a quienes sometió a un espectáculo televisivo en tiempo real y en directo cuando pretendió exponerlos con acusaciones vagas y sin fundamento. Es decir, con declaraciones vagas y mentirosas, que es otra característica de un líder autoritario y sádico, como Trump. Este lamentable episodio de imposición arancelaria por razones políticas, que Trump ha operado en contra de Brasil, se hace en defensa de un golpista, Bolsonaro, contrario a cualquier arreglo y regla democráticas y que al igual que Trump -también golpista- cuando sus huestes asaltaron el Capitolio, quiso dar un golpe de mano en contra de un resultado electoral que legal y legítimamente llevó a Lula Da Silva a conquistar la presidencia de nueva cuenta. De estos tamaños es la degradación de la política exterior de Trump.

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