Un experto en terrorismo, lavado de dinero y asuntos económicos será el representante de EU ante México.
José Luis Valdés Ugalde*
Anthony Wayne ha sido designado embajador en México por el gobierno de Barack Obama. Se trata de un movimiento rápido y también con varios mensajes. El mismo sorprendió a los que pensaban que la Casa Blanca se iba a tomar más tiempo en sustituir a Carlos Pascual y demostrar así su desagrado con el ambiente generado para la relación bilateral por la virtual defenestración que éste sufrió a manos del gobierno del presidente Calderón. Pues bien, no fue así. Un experto en terrorismo, en lavado de dinero y asuntos económicos, entre otros temas, será, si el beneplácito del gobierno mexicano así lo dispone, el representante estadunidense ante el régimen actual y muy seguramente ante el que lo sustituya en 2012.
En mi opinión, y muy a pesar de las afirmaciones oficiales en sentido contrario, las relaciones con EU se encuentran en un estado muy bajo luego del desenlace que tuvo el affaire Pascual. Por un lado, tenemos un desentendimiento entre el gobierno mexicano y algunas instancias del de Washington. Por el otro (y quizás esto explique lo anterior), existe una percepción permanente de que es muy difícil trabajar con las agencias mexicanas a cargo de administrar la contención de riesgo a la seguridad pública y la nacional. Si a esta percepción de desorganización institucional de las agencias mexicanas, se agregan las evidencias de impunidad y corrupción del conjunto del Estado en México, la situación entonces se vuelve más apremiante y demuestra que los cables filtrados por WikiLeaks no erraron en la interpretación que muchos en México, además, ya teníamos de lo que sucede en el aparato gubernamental.
Si lo anterior es correcto, entonces muy probablemente Wayne será un embajador que intente recomponer la relación bilateral. Se trata de un diplomático de carrera, que inicia su trayectoria profesional muy temprano, en los años setenta; cuenta con amplia respetabilidad en el medio diplomático estadunidense y el internacional y pertenece a una generación de diplomáticos que presenció, in situ, el fin de la Guerra Fría. Al lado de esta experiencia, Wayne también se ha caracterizado por ser un buen negociador posconflicto, todo lo cual muy bien podría convertirse en una prioridad para Washington con miras a un fin y un comienzo de sexenio (en 2012) que puede ser crítico o, al menos, una transición compleja. En este sentido, su designación tendrá como objetivo, quizás, coadyuvar a que se avance de una manera alternativa en el combate al crimen organizado, pero incorporando un ingrediente ausente hasta ahora y que está contemplado por el Protocolo de Palermo, que es el trasiego del dinero negro. El tema no es menor si consideramos que esta ausencia supone un error estratégico de dimensiones descomunales toda vez que es el brazo financiero de los cárteles principalmente lo que les permite avanzar y fortalecer su ofensiva en contra del Estado mexicano. Otro elemento que es muy probable que deba de atender Wayne, en caso de ser confirmado por el Legislativo estadunidense y aceptado por el gobierno calderonista, es el de las perspectivas futuras del desarrollo sustentable mexicano, así como la calidad del proceso político en el marco del cambio de gobierno en 2012, que muy bien podría marcar el regreso del viejo partido de Estado que fue vencido en 2000. Ambos asuntos, el primero nunca contemplado cabalmente en el esquema de integración que se firma en 1994 en la forma del TLCAN, son y serán, en mi opinión, tanto de enorme trascendencia para la visión estratégica de Obama como de alto impacto para la relación bilateral.
*Analista político. Investigador y profesor de la UNAM
jlvaldes@servidor.unam.mx, Twitter: @JLValdesUgalde
http://excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=712960
José Luis Valdés Ugalde*
Anthony Wayne ha sido designado embajador en México por el gobierno de Barack Obama. Se trata de un movimiento rápido y también con varios mensajes. El mismo sorprendió a los que pensaban que la Casa Blanca se iba a tomar más tiempo en sustituir a Carlos Pascual y demostrar así su desagrado con el ambiente generado para la relación bilateral por la virtual defenestración que éste sufrió a manos del gobierno del presidente Calderón. Pues bien, no fue así. Un experto en terrorismo, en lavado de dinero y asuntos económicos, entre otros temas, será, si el beneplácito del gobierno mexicano así lo dispone, el representante estadunidense ante el régimen actual y muy seguramente ante el que lo sustituya en 2012.
En mi opinión, y muy a pesar de las afirmaciones oficiales en sentido contrario, las relaciones con EU se encuentran en un estado muy bajo luego del desenlace que tuvo el affaire Pascual. Por un lado, tenemos un desentendimiento entre el gobierno mexicano y algunas instancias del de Washington. Por el otro (y quizás esto explique lo anterior), existe una percepción permanente de que es muy difícil trabajar con las agencias mexicanas a cargo de administrar la contención de riesgo a la seguridad pública y la nacional. Si a esta percepción de desorganización institucional de las agencias mexicanas, se agregan las evidencias de impunidad y corrupción del conjunto del Estado en México, la situación entonces se vuelve más apremiante y demuestra que los cables filtrados por WikiLeaks no erraron en la interpretación que muchos en México, además, ya teníamos de lo que sucede en el aparato gubernamental.
Si lo anterior es correcto, entonces muy probablemente Wayne será un embajador que intente recomponer la relación bilateral. Se trata de un diplomático de carrera, que inicia su trayectoria profesional muy temprano, en los años setenta; cuenta con amplia respetabilidad en el medio diplomático estadunidense y el internacional y pertenece a una generación de diplomáticos que presenció, in situ, el fin de la Guerra Fría. Al lado de esta experiencia, Wayne también se ha caracterizado por ser un buen negociador posconflicto, todo lo cual muy bien podría convertirse en una prioridad para Washington con miras a un fin y un comienzo de sexenio (en 2012) que puede ser crítico o, al menos, una transición compleja. En este sentido, su designación tendrá como objetivo, quizás, coadyuvar a que se avance de una manera alternativa en el combate al crimen organizado, pero incorporando un ingrediente ausente hasta ahora y que está contemplado por el Protocolo de Palermo, que es el trasiego del dinero negro. El tema no es menor si consideramos que esta ausencia supone un error estratégico de dimensiones descomunales toda vez que es el brazo financiero de los cárteles principalmente lo que les permite avanzar y fortalecer su ofensiva en contra del Estado mexicano. Otro elemento que es muy probable que deba de atender Wayne, en caso de ser confirmado por el Legislativo estadunidense y aceptado por el gobierno calderonista, es el de las perspectivas futuras del desarrollo sustentable mexicano, así como la calidad del proceso político en el marco del cambio de gobierno en 2012, que muy bien podría marcar el regreso del viejo partido de Estado que fue vencido en 2000. Ambos asuntos, el primero nunca contemplado cabalmente en el esquema de integración que se firma en 1994 en la forma del TLCAN, son y serán, en mi opinión, tanto de enorme trascendencia para la visión estratégica de Obama como de alto impacto para la relación bilateral.
*Analista político. Investigador y profesor de la UNAM
jlvaldes@servidor.unam.mx, Twitter: @JLValdesUgalde
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