Nunca puedes planear el futuro a través del pasado.
Edmund Burke
Con el riesgo de simplificar un asunto trascendental, que incluso el gran Edmund Burke, padre del pensamiento conservador e inspiración del Partido Republicano (PR), estaría hoy debatiendo con preocupación, podríamos decir que en lo general Barack Obama es el candidato que cae bien y Mitt Romney el que cae mal, todo lo cual parece estarse reflejando en las encuestas. Uno es el carismático y predecible y el otro el de la desconfianza, el que no acaba nunca de convencer en retórica o imagen. Uno, el del discurso y acción de contendidos racionales, con visión estratégica y de Estado, el otro el de la dualidad y esquizofrenia programática, el del ex gobernador groseramente oportunista. Uno, el liberal con un perfil progresista, más pragmático desde la llegada al poder, el otro, el candidato de la frivolidad conservadora, incluso reaccionaria, que modula a la alta según el baile que le toque el Tea Party. Uno, el ex activista humanista y multicultural con visión de cohesión social, el otro, el gran burgués, tiburón de la especulación financiera, el candidato del poder por el dinero y viceversa. ¿Por qué lo digo así? Mi argumento es que el Partido Republicano (PR) no sabe ya cómo hacerle sin seguir traicionando principios sobre bien común (de aquí Burke) a los que incluso Reagan fue fiel cuando atendía las inquietudes del Coro, y que está en serio riesgo al haber quedado sus aspiraciones de poder presidencial en manos de un candidato desdibujado, ambiguo y secuestrado por el extremismo de derecha, representado por el Tea Party. El PR está aterrado de no ser capaz de ganar el poder presidencial en un momento histórico y, por esta obsesión de ganarlo a toda costa, teme perderlo por mucho tiempo entre una base social que ve con desconfianza su desprecio a temas fundamentales e ineludibles de cohesión social, como empleo, bienestar económico, migración, salud y educación, entre otros. Desde las elecciones primarias entró en una espiral autodestructiva que parece ser imparable.
La del 6 de noviembre es una elección histórica que plantea dos cuestiones fundamentales. La primera es, cómo el PR ha permitido que se les cuele hasta la cocina como candidato presidencial un personaje como Romney, que encarna como pocos los excesos del capitalismo de casino que tanto impactó negativamente a la sociedad y al sistema económico y político estadunidenses desde el septiembre negro de 2008, y cuyos agentes y representantes más conspicuos están pagando su campaña. La segunda es si Obama, al más puro estilo rooseveltiano, logrará reelegirse, con menos dinero, pero con una más sesuda propuesta de modernización a través de reformas similares a las que F. D. Roosevelt implantó desde 1932. Aquellos fueron los tiempos del New Deal y también, como hoy —acaso con matices—, tiempos de crisis económica, que demandaron transformaciones profundas en el sistema regulatorio. El PR se la ha pasado más de 50 años tratando de desmantelar la normatividad rooseveltiana sin éxito y hoy, ante la urgencia del momento, pretende destruir mezquinamente el programa alternativo de Obama. De modo que las propuestas de Obama ante la crisis actual encajan con coherencia en el presente, más aún cuando el PR ha traicionado sus raíces conservadoras y sus causas sociales más sublimes, gracias a haber permitido al extremismo conservador apoderarse de su agenda: el PR perdió la brújula y esto lo encontrará debilitado y fragmentado en la elección de noviembre. El drama republicano es que muy probablemente Romney no dará la talla para rebasar y superar, aun con muchos más millones que los de la campaña demócrata, la propuesta social de Obama, hoy favorecida por dos fallos nodales de la Suprema Corte
(Reforma de Salud y SB-1070) que legitiman la postura del presidente frente al derecho ciudadano a un sistema de salud universal y a una potencial reforma migratoria que muy bien podría cambiar para siempre, y a favor de los demócratas, el perfil demográfico en EU, socorriendo de pasada la maltrecha relación bilateral. En este contexto de decadencia conservadora, es muy probable que Burke vería con mucho mayor optimismo la propuesta de futuro que postula Obama, que la de pasado que arrastra Romney.
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