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¿Poder inteligente o poder duro?

 
Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia de EU, ya dio algunos indicios, aunque aún no ha mostrado todas sus cartas en temas de política internacional. Pasado el primer periodo de gobierno de Obama, quien ha definido claramente sus prioridades en política internacional, basándose en los pilares argumentales del poder inteligente, pareciera ser que los republicanos, con Romney a la cabeza, quieren dar un giro de 180 grados a esta visión. Romney parece estar proponiendo el regreso al poder duro que caracterizó la presidencia de Bush hijo. Teniendo a Irak, Afganistán, Irán e Israel como referentes, Romney ha planteado que con Obama ha mermado “la influencia exterior de EU” y en consecuencia —debemos asumir que así lo piensa— reducido su poder internacional. Bajo este planteamiento, Romney está implícita y explícitamente diciendo que el retiro de las tropas de Irak, la negociación con el Talibán afgano y la resistencia a los embates de los halcones liderados por Netanyahu en Israel, no son procedentes y que Washington debería regresar a las prácticas militaristas que caracterizaron la política de George W. Bush y las de una Guerra Fría ya muy rebasada por la historia. Varios aliados del ex presidente Bush y eminentes figuras del Partido Republicano (PR) han reconocido que la estrategia de poder duro aplicada durante su periodo falló y que las medidas de Obama eran necesarias e incluso inevitables, todo lo cual significa una aceptación implícita del fracaso de tal política o, por lo menos, una reconsideración de algunos aspectos de la misma y un reconocimiento de las bondades del poder inteligente. ¿Por qué Romney quiere resucitar una estrategia que fue fallida? Terquedad, ceguera o grandes negocios, que generalmente cuando se trata de la guerra, son sucios, son algunas de las razones que se me ocurren.

Por ejemplo, la conocida negativa de Romney a negociar con el Talibán se da en un contexto en el que Obama manda a un equipo diplomático a Qatar para tratar de afianzar esas negociaciones. Más aún, una buena parte de los aliados de Romney y de sus asesores de política exterior (PE) sostienen que después de una década de guerra la única opción es una negociación política, que incluye hablar con algunos miembros del Talibán. Aún más: Stephen Hadley, quien fue el consejero de Seguridad Nacional de Bush ha afirmado que la negociación “no va a constituir una rendición ante los enemigos de EU”; y James Shinn, alto funcionario de Romney en el grupo asesor sobre Afganistán y Pakistán y quien también fue funcionario de Bush, ha afirmado en un documento no clasificado (“Las conversaciones de paz afganas: un adelanto”) que un acuerdo negociado “sería obviamente deseable” si miembros del Talibán pudieran ser persuadidos de renunciar a la violencia y asumir “algún papel en la gobernanza afgana, que no fuera tener el control total”. Y Romney sigue diciendo lo opuesto.

El caso de Irán es otro que trae de cabeza a los asesores de Romney quien, se comenta, no quiere decir todo lo que haría claramente sobre política exterior, hasta llegar a la Casa Blanca. Mientras Romney afirma que Obama “ha sido blando” con Irán y apoyaría a Israel en su obsesión por bombardear Therán, republicanos internacionalistas tradicionales y de nuevo, algunos ex asesores de Bush críticos ante la falta de proyecto internacional de Romney, sostienen que las sanciones económicas y las acciones encubiertas han sido incluso mayores que las de Bush.

Y las mismas han sido centrales en mantener juntos a los aliados europeos y en el evento de que emergiera un conflicto con Irán, serían también pruebas suficientes frente a China y Rusia, de que se hicieron todos los esfuerzos para lograr una solución pacífica. Si añadimos a estos ejemplos la alianza de Romney con su antiguo colega de estudios en MIT, Netanyahu y sus severas críticas a Rusia, podríamos decir que estamos ante dos proyectos radicalmente distintos de PE y que el de Romney (que no el del PR) sería uno que anuncia guerra y destrucción como la que se vivió con Bush. ¿Estarán los estadunidenses dispuestos a optar por la antítesis de lo que escogieron en 2008 sólo por esa oferta deslumbrante y delirante de Romney de volver por los fueros del hiperpoderoso EU?

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