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Alemania en elecciones


La elecciones alemanas de hoy se dan en el contexto de un clima político electoral muy singular, en donde el carácter, el lenguaje político y las personalidades de los candidatos cuentan más que las plataformas políticas; y en el que la euro crisis en la que Berlín tiene un influyente y destacado papel, ha sido la gran ausente en el debate que se celebró el 1 de septiembre, así como en el intercambio de ideas entre Peer Steinbrück y la actual Canciller. Aún así y a pesar del aburrimiento que según Foreign Affairs (FA) ha significado este proceso electoral, tenemos que la señora Angela Merkel tiene grandes posibilidades de mantenerse en el poder.

Las encuestas dan a la UDC de Merkel una mayoría de 40% que la convierte en la fuerza electoral más fuerte de la contienda y que aún así no le es suficiente para obtener la mayoría parlamentaria del 50.1% que requiere para lograr condiciones de gobernabilidad. Esto pone a la UDC ante la necesidad de acordar una coalición como la que orquestó en 2005 y 2009. En 2005 la coalición se realizó entre la ganadora UDC (35.2%) y el socialdemócrata SPD (34.2%), que entonces estuvo a punto de ganar la elección, y por tanto representaba una fuerza de consideración con la que el acuerdo era obligado para poder pasar sus propuestas de gobierno sin bloqueos. En 2009, sin embargo, la UCD obtuvo el 33.8 y aunque se vio en una situación más precaria decidió romper su alianza con el SPD que bajó en picada al 23%, y aliarse con el liberal FDP que tuvo 14.6%. Está por verse si la Canciller se decide por seguir, junto con su filial Bávaro, el CSU, su alianza con el FDP. No obstante, es mucho más probable que se opte por una "gran coalición" con el SPD de Steinbrück, aún cuando este ha dicho que no formaría parte de su gobierno, como sí lo hizo en forma por cierto muy provechosa en 2005 como el Ministro de Finanzas de Merkel.

Resulta interesante observar de cerca el proceso en que se construyen opciones de gobernanza cuando, sin contar con mayorías absolutas, se logran fórmulas de coalición entre fuerzas políticas que, en todo caso son exitosas y funcionales al tiempo que democráticas. Se trata de virtudes del sistema de gobierno  parlamentario que consolida, más que alejar, el acercamiento civilizado entre contrincantes políticos. Esto al menos le ha resultado exitoso a Merkel, quien ha logrado que las fuerzas más representativas, incluido el Partido Verde (10%), voten por sus propuestas en el seno del Bundestag.

La denominada por FA como primera Canciller "post-política" desde la reunificación, ha logrado con un pragmatismo tan pasmoso como, en opinión de muchos, demagógico y carente de valores, conceder a todas las partes (y a sus bases sociales) satisfacciones que la han recolocado en el espectro ideológico alemán. Merkel se ha corrido al centro moderado dentro del CDU y en el ámbito político alemán. Con la excepción de la demanda de la izquierda de aumento de impuestos y de la alucinante renuncia a la producción de energía nuclear decidida en 2011 a raíz del desastre en Fukushima, Merkel ha impulsado políticas que pertenecen a la agenda de los otros partidos. Por ejemplo, a pesar de que la CDU se oponía al servicio militar obligatorio, ahora Merkel lo abolió como lo quería la izquierda (hoy, con opción de obtener 9%); se adelantó a los verdes y lanzó su propia propuesta de salario mínimo; concedió aumentos a los jubilados y a las madres de edad avanzada. solteras y este verano aceptó el control de rentas inmobiliarias que exigía la izquierda.

Estamos, pues, ante una política camaleónica con gran capacidad de maniobra, quien sin decir mucho administra a veces con una severidad en lo que se refiere a la austeridad, que raya en la ortodoxia protestante. Esta elección se da en el país más próspero de Europa, "la Nación indispensable" de la UE, como también la denomina FA, con un desempleo por debajo del 6% y el PIB más alto y menos deficitario de toda la UE. No obstante, quizás la crítica más punzante es la deliberada ausencia por la que ella y la elite política alemana han optado, al dejar fuera del debate electoral grandes temas, como el del futuro de la zona euro, con todos los riesgos de inestabilidad política y económica que el no abordarlos podría significar en el corto plazo dado el riesgo de más protestas masivas en los países que más han sufrido los ajustes. Jürgen Habermas ya ha acusado a esta elite de ser protagonista de un "fracaso colectivo".

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