José Luis Valdés Ugalde
23/03/2014, en Excélsior
Del pésimo sentido del humor con que nos castigó Hugo Chávez, pasamos a la gélida falta del sentido de la historia de un zar ruso procedente de tiempos por definir, pero que para él son todavía los calientes de la Guerra Fría. Vladimir Putin, que de estadista sólo le queda la corbata, se nos pone glacial y caricaturesco, y cual nuevo zar hipersovietizado demuestra vivir en otro mundo como bien dijo Angela Merkel. Si Nikita Kruschev, ya inoculado de estalinismo, se embriagó sin parar, ahora Putin demuestra seguir crudo y zarista y soviético, valga la repetición. Después del secuestro de Crimea y parcial de Ucrania, y las ulteriores sanciones en proceso decididas por Washington y la UE, el déspota ruso se calienta y escala, ahora en la zona de influencia estadunidense, América Latina, nunca antes considerada zona de peligros globales desde la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en Octubre de 1962. Tácitamente, el envío de buques de guerra y bombarderos de largo alcance tiene como propósito aprovecharse de aquellos Lilliputs latinoamericanos que continúan con su primitiva narrativa de Guerra Fría con el propósito de amenazar a EU y, de paso, al resto del continente. Si estos países, empezando por Cuba, se dejan utilizar, habrán permitido a Moscú incorporar caprichosamente una variable a un conflicto muy ajeno a nuestras tierras. Allá ellos y la OEA si aceptan este inesperado secuestro ruso y permiten que se nos utilice como carne de cañón por un personaje de la peor calaña. Las grabaciones secretas que Kennedy recopiló de las reuniones del ExComm (The Executive Committee of the National Security Council) durante “La crisis de octubre”, mueven a deducciones aplicables a estos tiempos: Kruschev blofeó, pero fue hábil y cauteloso dada su inferioridad nuclear, y al final cedió a la frialdad de Kennedy, al bloqueo naval de EU, y a la aceptación de EU de retirar sus ya caducos misiles Júpiter de Turquía; y de paso engatusó a Fidel al decidir unilateralmente el desmantelamiento de las instalaciones soviéticas en la isla y su retirada final. La condición: que EU nunca atacaría a Cuba militarmente. El desparpajo de ambos líderes rusos es elocuente. Sólo que Kruschev, él sí hombre de su tiempo, era astuto y consciente de no querer una guerra que habría perdido en cualquiera de sus etapas y hubiera sido de exterminio nuclear. Así se lo dijo a Castro cuando lo consoló: “No hay duda de que el pueblo cubano hubiera peleado con coraje o que hubiera muerto heroicamente. Pero no estamos peleando en contra del imperialismo para morir”. Mientras nos enteramos del verdadero peligro que la incursión caribeña de Putin tendrá (prueba de fuego para la política exterior mexicana, por cierto) habrá que atender el verdadero problema que con estas acciones Moscú trata de ocultar.
Por más sanciones que se impongan a Moscú, EU y la UE van a tener que ceder ante esta nueva e inesperada realidad geopolítica y aunque con remilgos, dejar a Putin hacer su voluntad en Crimea. El resultado probable podría ser que Ucrania se incorpore a la UE anticipadamente y madrugar a Moscú. Aunque Putin haya ganado la partida en Crimea a punta de fusil, el referéndum fue un hecho irregular que, dadas las condiciones de intimidación, podrá resultar aplicable más no democrático. Lo trascendental será: Washington y la UE podrían asegurar que Ucrania se vuelva el muro de contención de Occidente en Europa ante futuras incursiones expansionistas del Moscú del Putinismo. Una vez que se acepten estos dos hechos y que Ucrania normalice su debacle político-económica se pondrá más en evidencia el desastre político-económico que es Rusia. Tanto la cuestión de Crimea como el impacto de las sanciones se encargarán de evidenciar esto. También se podrá atemperar el grado de confianza en Moscú y el alcance de su compromiso para mantener la estabilidad del sistema internacional que está amenazando. Será en este momento cuando podamos medir las implicaciones de la incontinencia soviética de Putin y de su calentura geopolítica; y también su muy posible y estrepitosa derrota político-militar. Nadie olvida que Putin ha expresado que la desintegración soviética fue lo peor que pudo haber pasado a su país. Esto lo afirma 15 años después de que acabó la Guerra Fría y Moscú perdió el mando global. Si la astucia de Kruschev le permitió la sobrevivencia política, la manifiesta e inculta inconsciencia histórica de Putin (amago caribeño incluido) podría ser el principio de su fin.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Del pésimo sentido del humor con que nos castigó Hugo Chávez, pasamos a la gélida falta del sentido de la historia de un zar ruso procedente de tiempos por definir, pero que para él son todavía los calientes de la Guerra Fría. Vladimir Putin, que de estadista sólo le queda la corbata, se nos pone glacial y caricaturesco, y cual nuevo zar hipersovietizado demuestra vivir en otro mundo como bien dijo Angela Merkel. Si Nikita Kruschev, ya inoculado de estalinismo, se embriagó sin parar, ahora Putin demuestra seguir crudo y zarista y soviético, valga la repetición. Después del secuestro de Crimea y parcial de Ucrania, y las ulteriores sanciones en proceso decididas por Washington y la UE, el déspota ruso se calienta y escala, ahora en la zona de influencia estadunidense, América Latina, nunca antes considerada zona de peligros globales desde la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en Octubre de 1962. Tácitamente, el envío de buques de guerra y bombarderos de largo alcance tiene como propósito aprovecharse de aquellos Lilliputs latinoamericanos que continúan con su primitiva narrativa de Guerra Fría con el propósito de amenazar a EU y, de paso, al resto del continente. Si estos países, empezando por Cuba, se dejan utilizar, habrán permitido a Moscú incorporar caprichosamente una variable a un conflicto muy ajeno a nuestras tierras. Allá ellos y la OEA si aceptan este inesperado secuestro ruso y permiten que se nos utilice como carne de cañón por un personaje de la peor calaña. Las grabaciones secretas que Kennedy recopiló de las reuniones del ExComm (The Executive Committee of the National Security Council) durante “La crisis de octubre”, mueven a deducciones aplicables a estos tiempos: Kruschev blofeó, pero fue hábil y cauteloso dada su inferioridad nuclear, y al final cedió a la frialdad de Kennedy, al bloqueo naval de EU, y a la aceptación de EU de retirar sus ya caducos misiles Júpiter de Turquía; y de paso engatusó a Fidel al decidir unilateralmente el desmantelamiento de las instalaciones soviéticas en la isla y su retirada final. La condición: que EU nunca atacaría a Cuba militarmente. El desparpajo de ambos líderes rusos es elocuente. Sólo que Kruschev, él sí hombre de su tiempo, era astuto y consciente de no querer una guerra que habría perdido en cualquiera de sus etapas y hubiera sido de exterminio nuclear. Así se lo dijo a Castro cuando lo consoló: “No hay duda de que el pueblo cubano hubiera peleado con coraje o que hubiera muerto heroicamente. Pero no estamos peleando en contra del imperialismo para morir”. Mientras nos enteramos del verdadero peligro que la incursión caribeña de Putin tendrá (prueba de fuego para la política exterior mexicana, por cierto) habrá que atender el verdadero problema que con estas acciones Moscú trata de ocultar.
Por más sanciones que se impongan a Moscú, EU y la UE van a tener que ceder ante esta nueva e inesperada realidad geopolítica y aunque con remilgos, dejar a Putin hacer su voluntad en Crimea. El resultado probable podría ser que Ucrania se incorpore a la UE anticipadamente y madrugar a Moscú. Aunque Putin haya ganado la partida en Crimea a punta de fusil, el referéndum fue un hecho irregular que, dadas las condiciones de intimidación, podrá resultar aplicable más no democrático. Lo trascendental será: Washington y la UE podrían asegurar que Ucrania se vuelva el muro de contención de Occidente en Europa ante futuras incursiones expansionistas del Moscú del Putinismo. Una vez que se acepten estos dos hechos y que Ucrania normalice su debacle político-económica se pondrá más en evidencia el desastre político-económico que es Rusia. Tanto la cuestión de Crimea como el impacto de las sanciones se encargarán de evidenciar esto. También se podrá atemperar el grado de confianza en Moscú y el alcance de su compromiso para mantener la estabilidad del sistema internacional que está amenazando. Será en este momento cuando podamos medir las implicaciones de la incontinencia soviética de Putin y de su calentura geopolítica; y también su muy posible y estrepitosa derrota político-militar. Nadie olvida que Putin ha expresado que la desintegración soviética fue lo peor que pudo haber pasado a su país. Esto lo afirma 15 años después de que acabó la Guerra Fría y Moscú perdió el mando global. Si la astucia de Kruschev le permitió la sobrevivencia política, la manifiesta e inculta inconsciencia histórica de Putin (amago caribeño incluido) podría ser el principio de su fin.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
que fácil considera Ud. como zona de influencia de USA el caribe y Latinoamérica, pero cuando se trata de Rusia no hay zona que valga. Entonces el presidente de el pasi se convierte en el déspota, el psicópata típico doble discurso de los demócratas y capitalistas occidentales ...
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