José Luis Valdés Ugalde
24/08/2014
A la memoria de mi entrañable amigo,
Mario González Lardizabal.
No esperaba el presidente Obama vivir un fin de ciclo tan atribulado. Sobre todo en lo que se refiere a sus principales proyectos de política interna como exterior. Se enfrentó a un sistema político que en muchos de sus intersticios va ya en contrasentido con los principios de la democracia liberal. Hay en su gestión, como en todos los asuntos del poder del Estado, errores y aciertos. Pero nunca antes, quizá desde la Presidencia de JFK, estos estuvieron tan vinculados con la disfuncionalidad tan desafortunada que esa admirada democracia ahora arrastra. No hay nación en nuestros días que no sea racista. Es el gran tema de estos tiempos y de otros pasados, desde la ilustración y los tiempos de la Colonia. La simulación al respecto no es la excepción. A diferencia del caso mexicano en donde la existencia del racismo se niega a pesar de que es un cáncer social muy extendido, en EU se trata de un tema que si bien persiste en la vida social, se discute abiertamente en diversos foros con una mucho mayor apertura que en otros países desarrollados o en vías de desarrollo. Con la llegada de Obama a la Presidencia en 2008 se pensaba que la vida política y social habían llegado a un estadio posracial. La notable elección de un hijo de un keniano y de una mujer blanca, parecía abrir brecha, en una nación acostumbrada a guerras culturales de alta intensidad, para instaurar una nueva forma de vida y de conciliación en la interacción en el seno de una sociedad pluriétnica y tan diversa como la de EU.
No obstante, desde el principio fuimos testigos del rechazo de sectores recalcitrantes de la sociedad y la política de EU, que, ofuscados por la llegada de un negro a la Casa Blanca, que se suponía que nunca iba a ser ocupada por nadie que lo fuera, se opusieron a muchas de sus propuestas de política interna y exterior. Aducían que se trataba de políticas de dudosa factura por ser “dudosos” también muchos de los antecedentes de la biografía de Obama, incluido su nacimiento en territorio de EU (no cabe duda de que los extremismos están condenados a la derrota por su adicción a la mentira). La oposición de un sector de los republicanos indignado con su llegada al poder, a su reforma de salud y a su política exterior que en lo general se guía por una estrategia de poder blando, ocultaba en su argumentación, el contenido racista y discriminatorio contra un Presidente al que no se le ha acabado de conceder el derecho a “pertenecer”, por más méritos que tenga, al establecimiento estadunidense. Signos estos de la grave patología discriminatoria que se sufre en EU.
El asesinato del joven negro Michael Brown, en Ferguson, Missouri y los sucesivos acontecimientos que hicieron explotar en pedazos la paz social, rememoran otros del pasado en que las fuerzas policiacas han actuado con saña en contra de afroestadunidenses o hispanos; también representan un golpe directo a la política de conciliación de Obama y la apertura de un nuevo frente de conflicto con un sector social con el que está hermanado. Es de sospechar que un alto contenido racista turbó la mente del agente policiaco Darren Wilson cuando le disparó ocho veces a Brown, dos en la cabeza. Eso lo dirá la investigación. Lo cierto es que 65% de la población afroestadunidense cree que la policía ha ido demasiado lejos con la muerte de Brown y en la respuesta represiva contra las protestas. Es de hacer notar también, según datos de 2012, que en EU las muertes a manos de la policía es de 409, mientras que en el Reino Unido y Japón son de cero y en Alemania, sólo de ocho. En promedio, la policía en EU mata a una persona por día. Esto abona al debate sobre la relevancia de la segunda enmienda y la necesidad de desarmar a una sociedad con un peligroso espíritu guerrero.
Hay varios ángulos desde los cuales valorar la crisis que Ferguson representa en el corto plazo. Lo cierto es que se trata de una herida más a una comunidad mayoritariamente afroestadunidense. Lo peor es que se arriesgan las relaciones raciales en un tiempo en que la que se convertirá en minoría será la población blanca, que será superada en números por la hispana y la negra. Esta es una gran razón para descriminalizar la acción policiaca y despojarla del fuerte contenido racista que la orienta.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
A la memoria de mi entrañable amigo,
Mario González Lardizabal.
No esperaba el presidente Obama vivir un fin de ciclo tan atribulado. Sobre todo en lo que se refiere a sus principales proyectos de política interna como exterior. Se enfrentó a un sistema político que en muchos de sus intersticios va ya en contrasentido con los principios de la democracia liberal. Hay en su gestión, como en todos los asuntos del poder del Estado, errores y aciertos. Pero nunca antes, quizá desde la Presidencia de JFK, estos estuvieron tan vinculados con la disfuncionalidad tan desafortunada que esa admirada democracia ahora arrastra. No hay nación en nuestros días que no sea racista. Es el gran tema de estos tiempos y de otros pasados, desde la ilustración y los tiempos de la Colonia. La simulación al respecto no es la excepción. A diferencia del caso mexicano en donde la existencia del racismo se niega a pesar de que es un cáncer social muy extendido, en EU se trata de un tema que si bien persiste en la vida social, se discute abiertamente en diversos foros con una mucho mayor apertura que en otros países desarrollados o en vías de desarrollo. Con la llegada de Obama a la Presidencia en 2008 se pensaba que la vida política y social habían llegado a un estadio posracial. La notable elección de un hijo de un keniano y de una mujer blanca, parecía abrir brecha, en una nación acostumbrada a guerras culturales de alta intensidad, para instaurar una nueva forma de vida y de conciliación en la interacción en el seno de una sociedad pluriétnica y tan diversa como la de EU.
No obstante, desde el principio fuimos testigos del rechazo de sectores recalcitrantes de la sociedad y la política de EU, que, ofuscados por la llegada de un negro a la Casa Blanca, que se suponía que nunca iba a ser ocupada por nadie que lo fuera, se opusieron a muchas de sus propuestas de política interna y exterior. Aducían que se trataba de políticas de dudosa factura por ser “dudosos” también muchos de los antecedentes de la biografía de Obama, incluido su nacimiento en territorio de EU (no cabe duda de que los extremismos están condenados a la derrota por su adicción a la mentira). La oposición de un sector de los republicanos indignado con su llegada al poder, a su reforma de salud y a su política exterior que en lo general se guía por una estrategia de poder blando, ocultaba en su argumentación, el contenido racista y discriminatorio contra un Presidente al que no se le ha acabado de conceder el derecho a “pertenecer”, por más méritos que tenga, al establecimiento estadunidense. Signos estos de la grave patología discriminatoria que se sufre en EU.
El asesinato del joven negro Michael Brown, en Ferguson, Missouri y los sucesivos acontecimientos que hicieron explotar en pedazos la paz social, rememoran otros del pasado en que las fuerzas policiacas han actuado con saña en contra de afroestadunidenses o hispanos; también representan un golpe directo a la política de conciliación de Obama y la apertura de un nuevo frente de conflicto con un sector social con el que está hermanado. Es de sospechar que un alto contenido racista turbó la mente del agente policiaco Darren Wilson cuando le disparó ocho veces a Brown, dos en la cabeza. Eso lo dirá la investigación. Lo cierto es que 65% de la población afroestadunidense cree que la policía ha ido demasiado lejos con la muerte de Brown y en la respuesta represiva contra las protestas. Es de hacer notar también, según datos de 2012, que en EU las muertes a manos de la policía es de 409, mientras que en el Reino Unido y Japón son de cero y en Alemania, sólo de ocho. En promedio, la policía en EU mata a una persona por día. Esto abona al debate sobre la relevancia de la segunda enmienda y la necesidad de desarmar a una sociedad con un peligroso espíritu guerrero.
Hay varios ángulos desde los cuales valorar la crisis que Ferguson representa en el corto plazo. Lo cierto es que se trata de una herida más a una comunidad mayoritariamente afroestadunidense. Lo peor es que se arriesgan las relaciones raciales en un tiempo en que la que se convertirá en minoría será la población blanca, que será superada en números por la hispana y la negra. Esta es una gran razón para descriminalizar la acción policiaca y despojarla del fuerte contenido racista que la orienta.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
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