José Luis Valdés Ugalde
05/10/2014
Clausewitz afirmaba que la guerra era meramente la continuación de la política por otros medios y, en efecto, tenía mucha razón. La guerra es por lo tanto un instrumento de la política para hacer valer sus intereses en determinado momento. Hasta ahora, no ha habido un hecho de guerra que contradiga la máxima del influyente general prusiano y teórico de la guerra. Desde la Segunda Guerra Mundial, el papel jugado por Churchill, Hitler, Stalin, Roosevelt y después Truman fue militar, pero también político (en el cual Hitler fracasa) en tanto que se definió la correlación de fuerzas que duró tres décadas, durante toda la era de la guerra fría. La ofensiva aliada encabezada por EU en contra del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria tiene por un lado una racionalidad militar y de defensa de la seguridad que en algo explica su emergencia. Pero tiene también un antecedente político que remonta a los orígenes del estado de Israel en mayo de 1948, así como la existencia del control imperial en la región y nos sorprende hasta el día de hoy a raíz de la política de Washington y algunos aliados en la región, más en particular Irak, el teatro de guerra que nos ocupa y preocupa hoy intensamente.
El Estado Islámico está violando toda convención internacional acerca de la guerra, lo que genera un enfrentamiento cada vez más irregular toda vez que se trata de interpretes estatales enfrentados en contra de actores no estatales. Estos últimos han cometido todo tipo de tropelías, ya documentadas en reportes de la ONU y catalogadas como crímenes contra la humanidad, tales como la venta de mujeres y niñas a los combatientes del Estado Islámico y grupos de jóvenes con el fin de facilitar su reclutamiento. Cerca de 8 mil 500 civiles han sido asesinados y más de 15,700 han sido heridos, sólo en Irak. Más de 11 mil de estas bajas ocurrieron entre junio y agosto, período en que el Estado Islámico inicia y profundiza su campaña militar. A estas alturas más de 1.8 millones de turcos han sido desplazados. Según el reporte de la oficina de la ONU en Irak, la siguiente es la lista de ofensas cometidas por el EI: “Ejecuciones de civiles, secuestros, violaciones y otras formas de agresión física y sexual contra mujeres y niños, reclutamiento forzado de niños, destrucción y profanación contra lugares de significancia religiosa y cultural, destrucción y robo de propiedades, y la negación de las libertades fundamentales”.
Desde el nazismo, las guerras en Vietnam y en Bosnia, entre otros conflictos lamentables, no veíamos tanta brutalidad junta y diariamente. Y aquí viene el aspecto político de la guerra que presenciamos desde junio. Primero están los antagonismos entre halcones y palomas en EU, así como las tensiones provocadas por la torcida interpretación de la derecha, responsable desde 2003 de la actual crisis en Irak y que han presionado electoralmente a Obama para que actúe, al tiempo que lo dejan sólo; Obama, al lado de sus consideraciones humanitarias, pero también con urgencia por guardar un mínimo equilibrio en esta confrontación y de asegurar un capital político para su partido con miras a las elecciones intermedias en noviembre, ha respondido con los ataques quirúrgicos, al tiempo que ha respondido a un público que se ve amenazado directamente y que le pide al presidente de EU que actúe. Segundo, está la política de seguridad que esta misma derecha con sus actos fallidos, obliga a implementar y a ser seguida por el mundo entero con todas las tensiones internas que han causado gran polémica, desde las revelaciones de WikiLeaks y las filtraciones de Snowden acerca del espionaje global ejercido por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés). Están también desde luego las decapitaciones de cuatro rehenes occidentales en manos del EI, lo que ha llevado a los gobiernos de EU, Reino Unido y Francia a estar bajo una mayor presión local.
Se viven de nuevo tiempos convulsos globales en medio de los cuales quedó ubicado Obama bajo gran presión. He aquí un presidente que por más de tres años se negó a intervenir en Siria a fin de parar el genocidio y que se quiso concentrar en reorganizar la gobernabilidad en EU. La ofensiva antiyihadista de Obama y sus aliados es un prueba de fuego a la potencia en declive que tendrá como máximo objetivo garantizar la seguridad global, hoy tan mal administrada por la administración estadunidense.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Clausewitz afirmaba que la guerra era meramente la continuación de la política por otros medios y, en efecto, tenía mucha razón. La guerra es por lo tanto un instrumento de la política para hacer valer sus intereses en determinado momento. Hasta ahora, no ha habido un hecho de guerra que contradiga la máxima del influyente general prusiano y teórico de la guerra. Desde la Segunda Guerra Mundial, el papel jugado por Churchill, Hitler, Stalin, Roosevelt y después Truman fue militar, pero también político (en el cual Hitler fracasa) en tanto que se definió la correlación de fuerzas que duró tres décadas, durante toda la era de la guerra fría. La ofensiva aliada encabezada por EU en contra del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria tiene por un lado una racionalidad militar y de defensa de la seguridad que en algo explica su emergencia. Pero tiene también un antecedente político que remonta a los orígenes del estado de Israel en mayo de 1948, así como la existencia del control imperial en la región y nos sorprende hasta el día de hoy a raíz de la política de Washington y algunos aliados en la región, más en particular Irak, el teatro de guerra que nos ocupa y preocupa hoy intensamente.
El Estado Islámico está violando toda convención internacional acerca de la guerra, lo que genera un enfrentamiento cada vez más irregular toda vez que se trata de interpretes estatales enfrentados en contra de actores no estatales. Estos últimos han cometido todo tipo de tropelías, ya documentadas en reportes de la ONU y catalogadas como crímenes contra la humanidad, tales como la venta de mujeres y niñas a los combatientes del Estado Islámico y grupos de jóvenes con el fin de facilitar su reclutamiento. Cerca de 8 mil 500 civiles han sido asesinados y más de 15,700 han sido heridos, sólo en Irak. Más de 11 mil de estas bajas ocurrieron entre junio y agosto, período en que el Estado Islámico inicia y profundiza su campaña militar. A estas alturas más de 1.8 millones de turcos han sido desplazados. Según el reporte de la oficina de la ONU en Irak, la siguiente es la lista de ofensas cometidas por el EI: “Ejecuciones de civiles, secuestros, violaciones y otras formas de agresión física y sexual contra mujeres y niños, reclutamiento forzado de niños, destrucción y profanación contra lugares de significancia religiosa y cultural, destrucción y robo de propiedades, y la negación de las libertades fundamentales”.
Desde el nazismo, las guerras en Vietnam y en Bosnia, entre otros conflictos lamentables, no veíamos tanta brutalidad junta y diariamente. Y aquí viene el aspecto político de la guerra que presenciamos desde junio. Primero están los antagonismos entre halcones y palomas en EU, así como las tensiones provocadas por la torcida interpretación de la derecha, responsable desde 2003 de la actual crisis en Irak y que han presionado electoralmente a Obama para que actúe, al tiempo que lo dejan sólo; Obama, al lado de sus consideraciones humanitarias, pero también con urgencia por guardar un mínimo equilibrio en esta confrontación y de asegurar un capital político para su partido con miras a las elecciones intermedias en noviembre, ha respondido con los ataques quirúrgicos, al tiempo que ha respondido a un público que se ve amenazado directamente y que le pide al presidente de EU que actúe. Segundo, está la política de seguridad que esta misma derecha con sus actos fallidos, obliga a implementar y a ser seguida por el mundo entero con todas las tensiones internas que han causado gran polémica, desde las revelaciones de WikiLeaks y las filtraciones de Snowden acerca del espionaje global ejercido por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés). Están también desde luego las decapitaciones de cuatro rehenes occidentales en manos del EI, lo que ha llevado a los gobiernos de EU, Reino Unido y Francia a estar bajo una mayor presión local.
Se viven de nuevo tiempos convulsos globales en medio de los cuales quedó ubicado Obama bajo gran presión. He aquí un presidente que por más de tres años se negó a intervenir en Siria a fin de parar el genocidio y que se quiso concentrar en reorganizar la gobernabilidad en EU. La ofensiva antiyihadista de Obama y sus aliados es un prueba de fuego a la potencia en declive que tendrá como máximo objetivo garantizar la seguridad global, hoy tan mal administrada por la administración estadunidense.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
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