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La guerra de Obama (III)

José Luis Valdés Ugalde 19/10/2014

Es probable que el origen del conflicto al que nos referimos al describir la tensa relación de EU con Cercano Oriente, se remita a un fracaso histórico que ha cercenado los intentos de acercamiento pacífico y silencioso del presidente  Obama. Ni la historia ha terminado, ni el capitalismo y el liberalismo han sido acogidos jubilosamente en todo el mundo. Los conflictos internacionales, lejos de desaparecer, se recrudecen cada día. Los actores no estatales se fortalecen para mal, los movimientos nacionalistas —que Fukuyama descartó como alternativas al sistema capitalista neoliberal por considerarlos tradicionales y espontáneos— han aumentado nocivamente (Rusia, Venezuela) y amenazan con trastocar el órden regional y global; no se diga la expansión súbita aunque explosiva del yihadismo fundamentalista representado por el Estado Islámico. En suma, aún se viven las consecuencias de otro fundamentalismo cuyas bases se encuentran en el ímpetu neoimperial unilateralista de Washington representado por George W. Bush, que se impuso por ocho años en el escenario global y que hoy no puede ser extirpado de la agenda estadunidense.

En este sentido, democracia y libertad han sido también funcionales desde los bajos fondos del establecimiento del poder supremo del último actor internacional dominante, pero paradójicamente más para legitimar las nuevas formas que adquiere la guerra moderna que para eliminarla. Esto es lo que se ha concebido como la representación de la destrucción y la guerra como una verdadera construcción civilizadora. De tal forma que, en el nombre de un reordenamiento que, en algunos aspectos de su especificidad, es falsamente necesario y auténticamente vago se destruyen pueblos, historias, identidades, para obligar a la inserción en un mercado de trabajo y democrático empeñados en dinamizar, modificar, o excluir a la vez lo que le es “ajeno”: uniformizar, muchas veces en forma forzada, tanto la producción como el consumo de valores económicos y políticos. El resultado, poca estabilidad, democracia y libertad. Basta tomar como ejemplo el dramático caso de Irak y los costos expansivos que ha supuesto para la comunidad y la estabilidad internacionales este conflicto.

En pocas palabras, Obama no ha tenido éxito al plantearse una nueva política exterior tan necesaria para EU. La estrategia de poder inteligente ideada por él pretendía preparar a Washington para producir condiciones que permitieran atender otros menesteres más trascendentales como la recuperación económica y encaminar las reformas internas que urgentemente necesitan implementarse a fin de no perder más influencia aún en su papel como el modelo económico y político a seguir. EU se encuentra en una situación complicada. El sistema internacional está sumido en un conflicto de grandes y muy diversas dimensiones, empezando por la inseguridad y el estancamiento económico, no se digan crisis de salud pública como la del ébola. Por otro lado, disminuye su influencia y poder frente al de China y la Unión Europea, al tiempo que (críticos hegemónico incluidos) se le solicita y exige (Turquía) que se involucre en el conflicto iraquí, incluso con tropas en el teatro de guerra, todo lo cual Obama no va a arriesgar y menos si otros países, Turquía principalmente, no hacen lo propio. Así pues, Obama en lo particular se encuentra más liado que nunca dada la imposibilidad que le han impuesto las condiciones de inseguridad globales y las presiones políticas internas. A diferencia de Lincoln, F.D Roosevelt, Clinton e incluso Johnson, Obama no ha tenido la buena estrella de sus predecesores. Se trata de un personaje con ideas de avanzada y de trascendencia que fue capaz de lograr la hazaña de ganar la candidatura demócrata y luego ser presidente por dos períodos, que no es poca cosa al tratarse del primer mandatario afroestadunidense en lograrlo. Lo que parece haber ocurrido es que el EU de hoy no estaba preparado para recibirlo y aceptarlo como líder: el racismo aún intacto entre algunos sectores es de los peores y más descarnados del mundo y esto le ha impedido lograr los consensos necesarios para gobernar en calma. Por otro lado, un líder de sus características, aunque entiende el fenómeno de la guerra, no está preparado para emprenderla. No la quiso nunca, no la quiere y no la va a poder hacer bien por este simple hecho.

*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Twitter: @JLValdesUgalde

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