Como ya lo hemos dicho en esta columna, el tema que está al centro del drama político de Washington es el extremado abuso de poder del que Trump se ha valido para controlar la política estadunidense, sin tener ni toda la credibilidad necesaria (33% de aceptación) ni toda la legitimidad posible y esencial para ejercer el liderazgo estatal que le exige su investidura como cabeza de estado de EU, país que aún puede ser responsable de hacer el bien y el mal en el mundo entero
21 de Enero de 2018
El nuevo siglo global empezó con una tragedia (9/11), con una esperanza (Obama) y con una anomalía democrática (Trump). Continuó con el conflicto en Medio Oriente atizado irresponsable y neuróticamente por G. W. Bush y remató en el proceso intervencionista Putinista, que tuvo en el secuestro de Crimea y la agresión a Ucrania su máxima expresión. No se diga el intervencionismo ruso en prácticamente todos los procesos electorales en Europa y en EU. Sin mencionar los que puedan ocurrir en México y otros países del continente americano en próximos meses. No descartemos que la sed de poder desestabilizador del putinismo siga siendo una amenaza para la soberanía de varias naciones. Las acciones desestabilizadoras de la inteligencia rusa ya constan en muchos estudios periodísticos y académicos que se han citado aquí, véase el más reciente de estos escrito por Luke Harding (noviembre de 2017), Collusion, Secret Meetings, Dirty Money and How Russia helpéd Donald Trump Win (Vintage Books, NY).
En su libro, Anatomy of a Monstrosity (Kindle edition, 2017), N.J Robinson escribe: “Desde mi propia perspectiva, Trump despliega casi todas las tendencias más odiosas del carácter humano. No puedo pensar que esto irá bien. Sospecho que mucha gente será lastimada por su Presidencia. Para aquéllos que creemos en la erradicación del egoísmo, la violencia y la crueldad, la elección de Donald Trump a la Presidencia ha sido una noticia desafortunada. Él es, después de todo, un hombre espectacularmente banal. Pero asumiendo que Trump no apriete el botón nuclear y erradique todas las especies, hay aún algo de tiempo para poner las ruedas de la historia en reversa.
Tomando en cuenta que la gente no sucumba al pensamiento apocalíptico, aún pueden ser capaces de deshacer a Trump.” ¿Será posible tal hazaña? ¿El secuestro efectuado por Trump del establecimiento político estadunidense, la descomposición, el conflicto y el clima enrarecido que ha provocado su manía mitómana y narcisista permite hoy algún margen de maniobra para que los actores políticos recuperen la cordura? ¿No estaremos ante un caso extremo y peligroso de síndrome de Estocolmo, dado el cual los rehenes gringos e internacionales no son capaces de escapar de la burbuja totalitaria, pero paternalista, que Trump se ha inventado?
Desde los tiempos de la paz de Westfalia en el siglo 17, pasando por los periodos descritos arriba, e incluyendo las dos grandes guerras del siglo XX, el más sangriento de la historia, según Hobsbawm, la guerra fría y la caída del Muro de Berlín (no olvidando las guerras de Corea y de Vietnam), el mundo no se había visto confrontado a un estado de peligro de la magnitud que hoy vive. Como se dice en teoría, el mundo se puede convertir en un mundo hobbesiano.
Una elección nacional, como la de Trump, cuestionada, dentro y fuera de EU, dado su extremismo patológicamente discriminatorio, representa una gran anomalía democrática que no se puede pasar por alto. Atenta directamente contra el corazón mismo de la democracia mundial. Hoy en día, todos los arreglos racionales en política internacional, llevados a cabo por Washington en el periodo de Obama, están ante el peligro de quebrarse dadas las decisiones, casi todas impulsivas, que Trump ha tomado, está tomando y tomará en breve.
Este peligroso estado de guerra al que nos expone Trump habrá de ser desmantelado más pronto que tarde, primero, por los procesos electorales que ya iniciaron en EU y cuyos resultados le pueden dar muy malas noticias a Trump; y segundo, por las grandes tensiones, ya provocados a nivel global, a partir de la narrativa confrontacionista y aislacionista, que Trump ha desplegado desde un vacío estratégico evidente, y aun así, con un ciego afán por intentar trascender muy peligrosamente desde, lo que ya se percibe como un impulso narcisista, y también suicida, todo lo cual podría significar el principio del fin de lo que podría ya ser su potencialmente corto periodo presidencial.
21 de Enero de 2018
El nuevo siglo global empezó con una tragedia (9/11), con una esperanza (Obama) y con una anomalía democrática (Trump). Continuó con el conflicto en Medio Oriente atizado irresponsable y neuróticamente por G. W. Bush y remató en el proceso intervencionista Putinista, que tuvo en el secuestro de Crimea y la agresión a Ucrania su máxima expresión. No se diga el intervencionismo ruso en prácticamente todos los procesos electorales en Europa y en EU. Sin mencionar los que puedan ocurrir en México y otros países del continente americano en próximos meses. No descartemos que la sed de poder desestabilizador del putinismo siga siendo una amenaza para la soberanía de varias naciones. Las acciones desestabilizadoras de la inteligencia rusa ya constan en muchos estudios periodísticos y académicos que se han citado aquí, véase el más reciente de estos escrito por Luke Harding (noviembre de 2017), Collusion, Secret Meetings, Dirty Money and How Russia helpéd Donald Trump Win (Vintage Books, NY).
En su libro, Anatomy of a Monstrosity (Kindle edition, 2017), N.J Robinson escribe: “Desde mi propia perspectiva, Trump despliega casi todas las tendencias más odiosas del carácter humano. No puedo pensar que esto irá bien. Sospecho que mucha gente será lastimada por su Presidencia. Para aquéllos que creemos en la erradicación del egoísmo, la violencia y la crueldad, la elección de Donald Trump a la Presidencia ha sido una noticia desafortunada. Él es, después de todo, un hombre espectacularmente banal. Pero asumiendo que Trump no apriete el botón nuclear y erradique todas las especies, hay aún algo de tiempo para poner las ruedas de la historia en reversa.
Tomando en cuenta que la gente no sucumba al pensamiento apocalíptico, aún pueden ser capaces de deshacer a Trump.” ¿Será posible tal hazaña? ¿El secuestro efectuado por Trump del establecimiento político estadunidense, la descomposición, el conflicto y el clima enrarecido que ha provocado su manía mitómana y narcisista permite hoy algún margen de maniobra para que los actores políticos recuperen la cordura? ¿No estaremos ante un caso extremo y peligroso de síndrome de Estocolmo, dado el cual los rehenes gringos e internacionales no son capaces de escapar de la burbuja totalitaria, pero paternalista, que Trump se ha inventado?
Desde los tiempos de la paz de Westfalia en el siglo 17, pasando por los periodos descritos arriba, e incluyendo las dos grandes guerras del siglo XX, el más sangriento de la historia, según Hobsbawm, la guerra fría y la caída del Muro de Berlín (no olvidando las guerras de Corea y de Vietnam), el mundo no se había visto confrontado a un estado de peligro de la magnitud que hoy vive. Como se dice en teoría, el mundo se puede convertir en un mundo hobbesiano.
Una elección nacional, como la de Trump, cuestionada, dentro y fuera de EU, dado su extremismo patológicamente discriminatorio, representa una gran anomalía democrática que no se puede pasar por alto. Atenta directamente contra el corazón mismo de la democracia mundial. Hoy en día, todos los arreglos racionales en política internacional, llevados a cabo por Washington en el periodo de Obama, están ante el peligro de quebrarse dadas las decisiones, casi todas impulsivas, que Trump ha tomado, está tomando y tomará en breve.
Este peligroso estado de guerra al que nos expone Trump habrá de ser desmantelado más pronto que tarde, primero, por los procesos electorales que ya iniciaron en EU y cuyos resultados le pueden dar muy malas noticias a Trump; y segundo, por las grandes tensiones, ya provocados a nivel global, a partir de la narrativa confrontacionista y aislacionista, que Trump ha desplegado desde un vacío estratégico evidente, y aun así, con un ciego afán por intentar trascender muy peligrosamente desde, lo que ya se percibe como un impulso narcisista, y también suicida, todo lo cual podría significar el principio del fin de lo que podría ya ser su potencialmente corto periodo presidencial.
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