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Los peligros que vienen (III)

El señor Donald Trump creyó que le íbamos a creer que de la noche a la mañana ya se había convertido en un estadista de verdad. Y que había dejado atrás la vulgar y degradante gestión que lo distingue desde mucho antes de ser electo Presidente de EU. En su discurso anual a la nación (The State of the Union) dado en el Congreso, el pasado enero, Trump quiso mostrar un nuevo rostro, aunque al final sus expresiones faciales y corporales (lo que se llama, lenguaje corporal) nos dejaron ver al mismo hombre arrogante, narcisista y chantajista de siempre

04 de Febrero de 2018


A la memoria del entrañable, generoso y brillante

amigo, Gonzalo Aguilar Zínser, quien se nos fue muy

antes de tiempo y en su momento más estelar.


Trump, con las afirmaciones que analizaré a continuación, se mantuvo en la línea de ataque que lo ha distinguido. Y se afirma como el déspota estadunidense por excelencia más distinguido de la historia moderna de EU. Y esto, como dijo Der Spiegel tiempo atrás, lo sigue situando en esa temible condición de hombre muy, muy peligroso para la paz mundial y para la estabilidad política de su propio país. Quiero, antes de entrar en más detalles, sólo citar una afirmación de esta estrella mediática y a través de la cual se pinta solo y que es resaltada por Michael Wolff en su libro Fire and fury. que tanta ira provocó en Trump y también adelantó el fulminante despido de su racialista asesor estrella, Steve Bannon. Durante el proceso electoral, y a sabiendas de que su derrota podría ser inminente, Trump declara lo siguiente: “Esto es más grande de lo que podía haber esperado. No pienso en la derrota, porque no es perder. Estamos ganando en forma total”.

Para Trump, ganar la Presidencia no tenía más chiste que ganar más poder, por la vía de promover su candidatura para “ganar ganar”. Como buen empresario, Trump se promueve para ocupar la máxima posición política de poder en EU, a fin de promoverse. Su nombre es su marca (Torre Trump, etcétera) y su marca es su nombre, sólo que esta vez como ocupante temporal de la Casa Blanca. ¡Qué drama shakespeareano!

En su discurso y en sus narrativas sintácticas y atormentadas, no dejó el tono soberanista que lo ha distinguido. Tampoco nos propuso al mundo y a sus compatriotas, una idea distinta de orden, democracia, justicia, soberanía, equidad e igualdad. La forma (menos visible) y el fondo (más notorio) de su discurso nos situó de nuevo ante el peor de los escenarios: polarización, único teatro de guerra que él conoce como propio y que significa su único espacio vital, emocional y político, en el que puede respirar y, bueno, quizá pensar. Tenemos muchos elementos para demostrar lo anterior. Pero siempre en la forma de la contradicción implícita entre el dicho y el hecho.

Por ejemplo, Trump habló de una nación abierta al mundo y los inmigrantes. No obstante, su mentado veto a la entrada de musulmanes, ya tres veces detenido por tres jueces federales, lo contradicen. Los dreamers a los que dice amar están hoy atrapados en el peor chantaje conocido: “Aunque el DACA ya estaba instalado y en proceso de consolidación, se los regreso señores congresistas y les ofrezco la naturalización de esos 1.8 millones de dreamers e indocumentados a cambio de los 25 billones que requiero para construir el muro. Pero no les doy ninguna esperanza de que la reforma integral se logre”.

Lo demás, la indiferencia frente el calentamiento global, la salida de la Unesco, la propuesta de impactar a la mala el conflicto árabe-israelí, el traslado de la capital de Israel a Tel Aviv, el chantaje y amenaza a los aliados que votaron en contra de la medida, la satanización, otra vez, de la mexicanidad como origen de los problemas e inseguridad de EU, nos obligan a plantearnos un posicionamiento alternativo frente al (ya no tan) Coloso del Norte y definir con claridad una estrategia de contención, lúcida, pero firme, ante el Washington aislacionista y belicoso de hoy, que no cejará en imponerle a México, de nuevo, la misma tradición abyecta que el Estado mexicano ha aceptado con una simulación, que se equipara a una traición a la patria.

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