Los desfiles militares celebratorios de
poderío bélico han sido característicamente usados por los déspotas orientales
o en Euro Asia. Los chinos, norcoreanos y los rusos son expertos en proyectarse
con el despliegue cuasi fálico de misiles, tanques, aviación y tropa. Durante
la guerra fría, se estilaban en todo el bloque soviético y mandaban señales de
fuerza inequívocas a sus contrincantes occidentales. Sólo Francia entre las
democracias occidentales, realiza tal demostración en la conmemoración del día
de la Bastilla. En general las paradas militares se realizan en conmemoración a
un triunfo en la guerra, como es el caso del desfile ruso con el que se celebra
el triunfo sobre la Alemania Nazi en 1945.
Nunca
en la historia de EU se había militarizado el día de la independencia nacional.
Día en el que tradicionalmente se celebraba la paz y no la guerra. Después de
varias intentonas, dese el mismo día de su inauguración como presidente, Donald
Trump lo logró. Sacó los tanques y aviones de guerra, cual juguetes en manos de
un infante perturbado y, además, en una exaltación paranoica de patriotismo,
anunció que EU “pondrá la bandera en Marte”, lo cual nadie le pidió ni
preguntó. Este exceso en politizar un acto que ha sido siempre neutral, es
resultado de la vocación autoritaria de Trump y su obsesión por mantenerse en
el poder y ser reelecto para un período presidencial más. También es una
expresión de su pequeñez y de un complejo de inferioridad, propio de un
narcisismo evocativo del de Stalin o Hitler. Para esto hace uso de todas las
recetas de patrioterismo barato que el mal gusto que le es característico, le
permite producir. Lo que es patológico, por decir lo menos, es que un personaje
que evadió el servicio militar con falsos reportes médicos sobre unos espolones
óseos que nunca existieron, sea hoy quien gaste millones de dólares del erario
para celebrarse a sí mismo. El despliegue militar, que si bien en una primera
instancia alegró a sus seguidores, preocupó aún más a la clase política y
amplios sectores de la ciudadanía que ven cómo “la normalización“ trumpista se
empieza a instalar en la política nacional en forma por demás peligrosa. Este,
como muchos otros hechos que describiremos, atiza aún más la discusión sobre el
desequilibrio mental y emocional de Trump, que se dio entre un muy
representativo grupo de psiquiatras estadunidenses, desde que se convirtió en
candidato presidencial.
Rick
Wilson, estratega político conservador republicano y líder del movimiento Never Trump , escribió un libro muy
representativo del momento actual: “Everything Trump Touches Dies” (“Todo lo
que Trump toca, muere”). En este libro se recuerda la forma en que Trump
humilla y maltrata a sus colaboradores, de entre los cuales ha destituido, o
ellos mismo han huido, a más de una docena. Trump es conocido por ser un jefe
temible e ignorante. Todas las historias escritas hasta ahora, destacando “Fear” (“Miedo”) del reconocido Bob Woodward,
describen a un personaje grotesco y simplista. De hecho, el título de este
libro, se basa en una afirmación del propio Trump, que deja los pelos de punta:
“el poder real es –incluso no quiero usar la palabra- miedo”. Y ha sido
consecuente aunque inconsistente en todas su acciones de gobierno. Su reiterado
rechazo a la emergencia climática, recientemente en el G20 en Osaka; el
desmantelamiento del pacto nuclear con Irán, lo cual ya provocó el
desentendimiento de Teherán; una muy creíble acusación de violación por otra
mujer más en la larga lista de víctimas de Trump; pero quizá el hecho más
alarmante fue la declaración de Vladimir Putin al Financial Times, en la que afirma que el liberalismo democrático no
sirve, “es obsoleto”, y reivindicar el autoritarismo ruso como el camino a
seguir. Los jefes de Estado presentes, encabezados por Macron, saltaron y
protestaron por tal declaración. Trump, por su lado hizo silencio e hizo gala
de compadrazgo con Putin, retándolo socarronamente a no intervenir en el
proceso electoral próximo.
Trump
tiene flancos abiertos sumamente peligrosos tanto en lo interno como lo
externo. El colmo ha sido el desfile militar en un día emblemático para una
república democrática. Y el colmo sería una guerra “accidental” con Irán que
ciertamente el común denominador de estadunidenses no quiere. No obstante,
Trump agita las aguas irresponsablemente. El nacionalismo blanco y racista está
de nuevo en acción y Trump es suficientemente hábil para explotarlo a su favor.
Y si esto supone inventarse una crisis de grandes magnitudes con tal de ser
reelecto, Trump la provocará, si el poder legislativo y la resistencia
estadunidense, no se posicionan firmemente para
impedirlo.
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