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Fracaso

El presidente López Obrador se quedó sin saber qué hacer el pasado sábado 18 en que fue anfitrión de la reunión de la sexta Asamblea de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Su decisión de optar a favor de los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, con la falsa expectativa de encabezar el liderazgo de una América unida por él, se vino abajo con el consabido fracaso en el que acabó la triste asamblea de esta organización creada a instancias de Hugo Chávez en el periodo 2010/2011. Al margen del cumplimiento de ciertos objetivos parciales y muy vagamente planteados (recuperación económica poscovid, un Fondem regional, corrupción, educación, entre otros temas), el asunto de la integración y la construcción de un nuevo organismo que sustituyera a la OEA, idealmente con los buenos oficios de la enclenque Celac, quedaron en el más absoluto de los fracasos, toda vez que se avizoran como inviables en el corto, mediano y largo plazo –por carecer del consenso continental.


El fracaso de México, Cuba y Venezuela en su intentona por usar a la Celac como carnada para avanzar en sus propósitos de control geopolítico se muestra en su falta de argumentación estratégica cuando de integración se habla. Fue claramente una celada. En primer lugar, se olvida que México manda apenas el 5% del total de sus exportaciones a América Latina, mientras que a América del Norte exporta el 82.8%. Dos cifras enormemente contrastantes que demuestran el aislamiento comercial que México tiene con América Latina, mientras que el vínculo económico comercial objetivo que se tiene con EU y Canadá es grande y, en todo caso, en efecto, enormemente dependiente. Cuando se habla del “ahorro en fletes” se omite la existencia del valor agregado que tienen las cadenas de valor y las cadenas de suministro en el comercio global y que, por ejemplo, la distancia entre Santiago de Chile o cualquier capital del Cono Sur, con Nueva York u Ontario, es de más de 10 mil kilómetros; distancia que guarda nuestra lejanía con países de África o Europa, no se diga de distancias continentales. Es obvio que AMLO y su equipo no saben realmente de lo que se trata la integración.


Otro aspecto del fracaso latente y potencial de querer armar una integración a fuerzas con el sur del continente, bajo el ejemplo de la Unión Europea, tiene que ver con el factor democrático. Aparte del trauma del horror a la guerra y su destrucción, la Comunidad y después Unión Europea se fundaron bajo el principio de aspirar a la conjunción de valores que heredó a Europa la ilustración. Entre éstos estuvieron presentes los derechos humanos, la división de poderes y, en general, de los valores democráticos.


En el mismo momento en que México, presidente en turno de la Celac, aceptó sin cortapisas aliarse con Cuba y Venezuela, anuló la posibilidad de que la integración fuera viable, toda vez que el factor democrático es, en teoría, el ingrediente esencial para lograr un acercamiento de las partes en un proyecto integrador. Además de entorpecer el impulso democratizador que ha prevalecido en México en los últimos 20 años y que tanto esfuerzo ha significado, sobre todo en lo que se refiere a la construcción de instituciones democráticas robustas, el gobierno de México incurrió en una avanzada antitética frente a los valores democráticos, tal y como lo demostraron (entre otros temas) las legítimas críticas de los mandatarios de Uruguay y Paraguay por la presencia de Díaz-Canel y Maduro.


En realidad, la extraña, pero amañada invitación a la conmemoración independentista al autócrata cubano vino a ser el principio de todos los males que estuvieron detrás de este fracaso.


En primer lugar, negó la esencia misma de la celebración libertaria e independentista que la fiesta mexicana tenía, toda vez que el invitado representaba lo opuesto a libertad y democracia. En segundo lugar, en forma inopinada se afrentaba al principal socio comercial con el que México comparte, además, múltiples problemas a resolver, como el de la migración, ante el cual el gobierno ha actuado represivamente, tal y como se lo ha indicado Washington. México firmó su sentencia aislacionista en su relación con EU: aunque no lo diga, Washington ya ignora a su vecino, a quien ha situado en un segundo plano y ha apostado por hacer descansar en la inercia institucional, los destinos del futuro bilateral. Pobre México, tan lejos de Dios y de EU, y tan cerca de las tiranías del continente.

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