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Desequilibrio

 El presidente López Obrador ha perdido el equilibrio, que es un valor consustancial para el ejercicio del poder del Estado. Está a más de la mitad de su mandato y no conduce los destinos del Estado en forma coherente. Y esto incluye prácticamente todos los temas del interés nacional. Los objetivos del interés nacional ya no se enraízan, en el interés de la amplia población, sino en sus obsesiones.


Sus obsesiones personales son las que están marcando la pauta del interés del Estado sobre diversos temas. Junto a los varios temas internos, hoy, lo más reciente es de por sí grave y compete a las relaciones internacionales de México. Hay que decir que, desde el inicio de este gobierno, el estado de las relaciones exteriores de México ha sido lamentable. No hay política exterior. La política internacional de México no ha tenido rigor ni visión estratégica, todo lo cual aparentemente se debe al hecho de que al Presidente lo tiene sin cuidado lo que ocurre en el mundo y de que el canciller ha sido incapaz de marcar el rumbo de lo que tendría que ser una política internacional de Estado y de gobierno. En el caso de la relación con EU, que más que una relación internacional se trata de una relación interméstica (es decir, tanto doméstica como internacional), el caos ha sido total y México ha cumplido un papel reactivo más que proactivo. Primero, el gobierno subordinó su soberanía decisional al ceder al chantaje de Donald Trump para que México reprimiera el flujo de migrantes que marchan hacia el norte, desde Centroamérica y el Caribe.


Esta conducta sacrificó soberanía y traicionó el discurso original de AMLO, cuando anunció a los cuatro vientos que todos los migrantes serían bienvenidos en nuestro país (esta retórica animó a los flujos de migrantes a desplazarse). El efecto búmeran ya está a la vista y México tiene una crisis de refugiados nunca antes vista en el pasado y una relación bilateral con muy poca salud. Con Biden siguió esta inercia y ahora hay que agregar a la lastimada relación México-EU, la disputa por la energía eléctrica en el marco de la discusión que se ha dado sobre la propuesta de ley en la materia que espera en el Senado de la República. En esta discusión, EU insiste en la producción de energías limpias y AMLO accede aunque incurriendo en una clara contradicción (cercana a la esquizofrenia), toda vez que su reforma insiste en alimentar a la CFE con combustóleo entre otros nutrientes energéticos contaminantes.


Por otro lado, el Presidente ya se confrontó de nuevo con España. Como recordaremos, en marzo de 2019, el presidente López Obrador inauguró el primer desafío diplomático entre México y España. El Presidente envió una carta al rey de España, Felipe VI, en la que le instaba a reconocer los atropellos que las autoridades mexicanas consideran que se cometieron durante la Conquista y a pedir disculpas por ellos. Dada la nula respuesta del Estado español para concederle al Presidente tal disculpa y sólo ofrecerle una mano tendida “para trabajar conjuntamente e intensificar las relaciones de amistad”, López Obrador acumuló un resentimiento tras otro y recientemente declaró que su gobierno se va “a dar un tiempo” en las relaciones con España. Cual novia de pueblo, declaró: “Una pausa para respetarnos y que no nos vean como tierra de conquista. Queremos tener buenas relaciones con todos los gobiernos del mundo, pero no queremos que nos roben, así como los españoles no quieren que les roben de ningún país. Y hacen bien. Pues tampoco queremos nosotros” (AMLO se refiere al contubernio presumiblemente ilegal que Iberdrola, Repsol y OHL tuvieron con los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto). Luego del rechazo “tajante” de España a estas declaraciones, el Presidente corrige y afirma que se trató de una “protesta fraterna” para arribar a “una etapa nueva” y así bajarle la temperatura a lo que aún aparece como una crisis diplomática entre ambos gobiernos y ante la cual, la SRE ha sido un testigo mudo como ha ocurrido en casos anteriores en que López Obrador se va por la libre y declara lo que se le ocurre. Atacar de esta forma al segundo mayor inversor en México (76 mil millones de dólares al año) es, por lo menos, una insensatez. Y lo es aún más si de lo que se trata es de ocultar el presumible conflicto de interés (las razones las sabemos todos) que se reveló con la noticia de la casa gris del hijo del Presidente en Houston y sobre la cual, aún no ha habido, por parte del gobierno, las aclaraciones pertinentes que despejen las dudas de corrupción, bandera central de este gobierno. Este tema, muy caliente para el gobierno, sigue en la palestra y no se ve probable que el Presidente pueda callarlo con distractores externos como lo intentó con el Españagate. Es de esperarse que, en estos momentos difíciles, alguien llame al Presidente a alcanzar un equilibrio de Estado.

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