“Esto me convence más de la necesidad de traer nuestras tropas a casa. Ya es hora. Ha sido una década y, francamente, ahora que ya hemos agarrado a Osama Bin Laden, ahora que hemos debilitado a Al Qaeda, estamos en una posición más fuerte para una transición de la que estábamos hace dos o tres años.” Esto declaró el presidente Obama respecto a Afganistán después de que el 11 de marzo pasado un soldado de EU cometiera asesinato en masa. Todo parece indicar que la matazón de 16 civiles inocentes en la provincia de Kandahar, nueve de ellos niños, fue un acto de locura en solitario de Robert Bales, un desequilibrado y vilipendiado sargento del ejército de Estados Unidos. Este acto de locura ha dado un golpe considerable en pleno rostro a Obama, que se suma al fracaso de EU en el teatro de guerra tanto en ese país como en Irak. El hecho ha enredado más su ya de por sí deteriorada relación con el muy cuestionado presidente Hamid Karzai y ha afectado su imagen en momentos en que se encuentra en proceso de reelección y cuidando el flanco de la guerra tanto o más de lo que lo hizo en su primera campaña. Se trata, por lo tanto, de un acontecimiento político, que dadas sus repercusiones externas e internas y el impacto que tendría en el debate con los republicanos y otros actores, podría precipitar la salida de EU de ese país, dilema del cual depende todo el proyecto de política exterior de Obama y el futuro de su presidencia, tal y como lo reflejan las declaraciones citadas.
Este lamentable hecho, quizás menos que otros anteriores que han costado aún más vidas, pone, no obstante en evidencia dos cosas: el desgaste psicológico, emocional y físico de las tropas de EU allá, y que Irak y Afganistán se convirtieron en dos aventuras militares fallidas de alto costo económico y humano para Washington. La tensión en Afganistán y sus secuelas en la estabilidad de sus tropas se conoce bien, y a algunos hace recordar el desquiciamiento que provocó en sus soldados la guerra de Vietnam, quienes al igual que los de Irak y Afganistán regresaron hechos una piltrafa humana. Por otro lado, es ya conocido el hecho de que tanto el de Irak como el de Afganistán han sido conflictos militares con implicaciones sumamente complejas para la geopolítica regional y que han roto los precarios equilibrios que EU y sus aliados tenían en la región hasta la invasión de Irak en 2003, por ejemplo con Irán. Por no mencionar la manera en como estas aventuras militares que Bush le hereda a Obama afectaron la relación con los aliados, la legitimidad hegemónica de EU y cómo lastimaron el equilibrio multilateral que mal que bien Clinton había mantenido vigente en los noventa. Pero lo peor quizás, se refiere al costo material y humano que ambos conflictos han significado para Washington. Según un estudio de la Universidad de Brown, en 10 años el costo aproximado de las conflagraciones en la región ha sido de más de 4 billones de dólares y de más de 225 mil muertos, incluidas bajas civiles y militares. El estudio contempla entre las cifras de muertes la de aquellos países que han sufrido daños colaterales, tanto en los dos países en cuestión como en Paquistán. En general, el número de bajas civiles es superior a la de militares en los tres países, alcanzando la terrible cifra de 125 mil civiles muertos sólo en Irak y más de 11 mil en Afganistán.
Si Obama se retira ahora de Afganistán como ya lo hizo de Irak, lo estará haciendo a tiempo para evitar el fuego enemigo en la contienda presidencial. Ya se habla de adelantar el retiro de 23 de los 90 mil efectivos que aún se encuentran allá. Este escenario parece ser el lógico ante la magnitud de las implicaciones y riesgos que se reproducen día a día. Pero también parece ser el óptimo si aún quiere que el poder inteligente, columna central de su política exterior, y su propia seguridad interna y externa, se vean preservados en el corto plazo.
Investigador y profesor de la UNAM
Titular de la Cátedra Patrimonial “OUV” en la UAM-X
@JLValdesUgalde
2012-03-21
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