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El miedo a la política exterior

El miedo a la política exterior

José Luis Valdés Ugalde
A la memoria de Jorge Carpizo.

Sin necesidad de sobreestimarla, México cuenta con una comunidad nacional creativa que espera acciones concretas de su gobierno que le hagan justicia a su expectativa de inserción en el mundo global. La sociedad mexicana —migrante parte de ella— ha llegado a entender mucho mejor el mundo real que sus políticos pertrechados desde la aldea de la curul o desde la silla presidencial, despotricando con resentimiento contra el “enemigo externo”, sin hacer nada por poner orden en casa. Así como un ser humano le puede tener miedo a las alturas, a viajar en barco, a decir lo que piensa o siente, el Estado mexicano le tiene pavor a la ejecución de una política exterior abierta y coherente con los cambios mundiales y con las necesidades más vitales de su nación, ya en el orden de la prosperidad económica, de la seguridad o de las libertades y los derechos de su ciudadanía. Salvo en algunos momentos estelares de su historia reciente y pasada, México no ha construido un proyecto de política internacional y lo poco que ha atesorado en términos de proyecto regional ha sido consecuencia de la inercia, la casualidad y las urgencias que impone la coyuntura crítica, en cualquiera de sus relaciones fronterizas. Nada menos que Lenin decía que el Estado no era una isla enclaustrada, sino un miembro de la sociedad de estados en donde participa en forma inevitable y que se encuentra en interacción dinámica con el mundo real.
Las relaciones entre un país y el mundo real son de gran trascendencia tanto para el avance de su progreso interno como de su proyección regional y global. En el mundo globalizado esto es de la mayor trascendencia si se quiere sobrevivir como sardina en un mundo de tiburones, según metaforizó Juan José Arévalo, ex presidente guatemalteco. El gobierno calderonista y las legislaturas que lo acompañaron han carecido, no se diga de rumbo, sino de una gran visión estratégica sobre cómo hacer que México cuente y pese para los asuntos de mayor trascendencia económica y política. Otorgar la presidencia del G20 a un gobierno saliente no es sino un lamentable premio de consolación a un Presidente que alguna vez fue calificado por Obama como el Eliot Ness de la persecución del crimen organizado mexicano. Las COP han sido espacios de relación pública y pavoneo presidencial cuando en otros foros, como la ONU, simplemente no hemos tenido nada que decir debido en gran medida a las limitaciones que la política interna impone. Con Cuba, Venezuela y, ahora menos con Brasil, no hubo política exterior. Con Centroamérica sólo flashazos deshilachados de política fronteriza frente al impulso criminal logrado por Los Zetas y el cártel de Sinaloa, que ya invadieron ése y otros países centroamericanos.
Con EU se firmó la Iniciativa Mérida (IM) a la vez que se “desmigratizó” la agenda, toda vez que se pensaba que, con esta última acción, Washington tendría margen de maniobra para hacer una reforma migratoria y de pasada firmar un TLCAN plus. Tampoco sirvió el incentivo: la IM está por debajo de 50% de efectividad en sus tres principales rubros debido a que no se cumplió con los protocolos de Palermo y Mérida y la reforma migratoria quedó atrapada por la inercia de las más de veinte SB 1070 que en EU le han impedido el paso. Calderón secuestró la política exterior de la cancillería, se la llevó a vivir a Los Pinos y optó por el griterío. Desde allí despotricó contra el embajador Carlos Pascual, a quien acabó corriendo del país, arremetió retóricamente contra los gringos y su impúdico mercado negro de armas, contra su inconmensurable consumo de mota, coca y demás drogas duras. Siempre mirando hacia afuera y buscando al ladrón fuera de sus fronteras, nunca en su propia casa entre sus asesores de escasa efectividad, en el Congreso aislacionista o en su canciller de celofán. Tuvo miedo o más bien fue tan valiente que se la pasó cacareando un huevo que nunca puso nuestra veleidosa gallina mexicana.
No hay nada que celebrar en política exterior. Es un lamentable fracaso de Estado que no le hace justicia a su gente y que expresa el tremendo miedo mexicano a que nos toquen siquiera con el pétalo de una rosa.
                Titular de la cátedra patrimonial, OUV, en la UAM-X
                Twitter: @JLValdesUgalde

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