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La pericia y el sabotaje


El fracaso esencial de la transición democrática de los gobiernos del PAN y la revelación manifiesta de su dirigente de que en doce años no fueron capaces de combatir lo que como oposición democrática criticaron, explica y explicará en mucho el desempeño del gobierno actual. Dos sexenios panistas incapaces de ejecutar políticas encaminadas a la reorganización de la institucionalidad democrática, garantizar el futuro exitoso y moderno de la gobernanza estatal, asegurar el blindaje contra el autoritarismo, la decadencia y la demagogia de adentro y de afuera de su propio partido, y de combatir la impunidad que carcome los fundamentos de la convivencia en México, apunta a dos componentes siempre presentes en la acción política desde Maquiavelo: la pericia y el sabotaje. Gómez Morín, fundador del panismo democrático y que sí leyó bien a Maquiavelo, se refería a la primera hablando de la técnica: "el deber es saber en qué estriban los males que reclaman acción, revisar urgentemente los conceptos y las instituciones y hacer de nuestra acción una acción ennoblecida. Dominar los medios de acción. Pericia en el procedimiento que haya de seguirse para transformar los hechos según el tipo que proporcione el propósito perseguido." Palabras de 1926 que podrían servir de apoyo ontológico básico a todos los políticos de hoy. En tiempos del abandono de una "acción ennoblecida", de la profunda decadencia en el actuar político de parte de la clase política que acompaña el incierto rumbo que siguen los destinos de la República, se vuelve imprescindible la reflexión honda y honrada. Esta la deberán hacer principalmente aquellos que se han encargado de envilecer en el período descrito, el pensamiento y la acción, deshonrando el compromiso hecho con la ciudadanía: no cumplieron y hoy ahondan en las heridas de su impericia recurriendo a una narrativa, si no soez, sí cínicamente justificatoria del fracaso. Gobiernan desde el congreso, afirman, ofreciéndonos desde luego la enorme tranquilidad de que al ser así, nos garantizan nuestra integridad ciudadana. En el fondo, lo suyo es una burla y también una afrenta contra el coro al que dicen representar, pero que traicionaron gradualmente cuando se convirtieron en los hechos en la antítesis activa de los fundamentos teóricos heredados por su fundador. Como en Santayana: olvidaron el pasado y se autocondenan a repetirlo.

Concediendo que los encargados de la política en los dos sexenios pasados hayan fracasado como producto de la ineficiencia, nos queda el sabotaje como otra explicación. O ¿se trata de una combinación de impericia y sabotaje lo que dominó su actuar desde el Estado y que explica la regresión provocada y la complicidad que mantuvieron con la impunidad? Si se trató de sabotaje entones hablamos de traición, al menos, a su electorado. Pero también a la Nación y a los principios básicos de la democracia liberal. Se volvieron esquiroles y engañaron al público de dentro y fuera acerca de su supuesta voluntad democratizadora. Muchos de ellos siguen aferrados al hueso y son capaces de cualquier cosa por protegerlo. Son hoy lo que detestaron ayer.

Así, no sorprenden las significativas decisiones pragmáticas de Peña Nieto. Siguiendo la pista de lo obvio el presidente encontró la veta de oro dejada por el panismo ineficiente e indolente: la corrupción corporativa con la que se aliaron Fox y Calderón y que hoy es "enemiga del Estado", y la violación a los derechos humanos, rémora que exige acción reivindicatoria inmediata con las víctimas. Tanto el Elbazo como el problema de los más de 20 mil desaparecidos (no hablemos de los muertos) que heredó la gestión de Calderón son evidencia del desastre, pero también de gobernanza posible. El presidente opta por mandar la señal esperada al decidir la inversión de los factores de la crisis mexicana, ambos causantes de la destrucción del tejido social: combate a la impunidad a cambio de postergar seguridad. Sin que esto tenga por qué ser celebratorio, si implica una apuesta capitalizable a largo plazo: el Elbazo es la evidencia de la gobernanza del fracaso.

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