04 de Octubre de 2015
A la memoria de Adolfo
Aguilar Zinser
Men commit the error of not knowing when to
limit their hopes
Machiavelli
Por décadas los mexicanos hemos sido testigos de que el
sistema político no es parejo o justo, ni existe equidad en la relación entre
Estado y sociedad. Ejemplos hay cientos en todos los ámbitos estatales, así
como en los muchos espacios de la vida pública.
En su obsesión por ganar la batalla cultural, el régimen
priista se ha apoderado de todos los espacios posibles, dejando para el día
siguiente transformaciones nodales de la democracia política, social y
económica; así como, obstaculizando todo avance hacia la modernidad nacional.
Su proyecto de nación ha sido y será mantenerse en el poder a toda costa, caiga
quien caiga y se tenga que negociar con quien sea, incluidos los grandes grupos
de poder económico y político, los hampones del crimen organizado o del
sindicalismo charro, público y privado. Este sistema único en el mundo ha
simulado dar pasos hacia adelante promoviendo reformas y fundando instituciones
que al día de hoy son disfuncionales en cuanto a la consolidación democrática
se refiere. Ha dominado el trato de caverna y, por tanto, el arreglo en lo
oscurito. El Estado mexicano ha sido Estado ornato y Estado camaleónico. Ha
logrado imponer un estado de ánimo de condescendencia pública frente a las
diversas formas de autoritarismo que ha asumido a través del tiempo. Es, al
tiempo, paternalista, filantrópico, mesiánico, patriotero y autoritario,
implacable e impune. Representa, en el siglo XXI, la confirmación de todo lo
que no pudimos ser desde la reforma o quizá, incluso antes.
La cultura del priismo ha invadido persistentemente los
espacios y aparatos de la vida pública y la coexistencia social, incluidos la
familia, la escuela pública y privada, el futbol, la televisión y muchos medios
informativos, etcétera, así como los partidos de oposición y los actores
políticos que, desde diversos ángulos, observan y ejercen la política. La
fallida transición política foxista y su infausto anexo sexenal calderonista
demostraron cómo (a diferencia de las transiciones española y chilena, que
supieron, aunque defectuosamente, acotar el franquismo y el pinochetismo) puede
quedar secuestrada una gran agenda de transformaciones democráticas. Gracias a
los agentes del priismo, dentro y fuera del PAN, la prometida transición
política (y el consecuente retroceso histórico que implicó para la nación)
quedó confinada a una mediocre alternancia en cuyo curso dominó el intacto
aparato priista. El resto de los partidos no se han salvado de esta medianía
política. No existe oposición partidista a esta tradición de control hegemónico
y arbitrario. Independientemente de su identidad ideológica, estos entes no
sólo son desprendimientos directos e indirectos del priismo, sino que han
contribuido a que éste se fortalezca y se constituya en un bloque dominante que
a gritos pelea su derecho a la continuidad de su potestad cuasi absolutista en
lo que a los destinos de México se refiere (“se acabó la sana distancia”,
Beltrones dixit). Si esto no es la antítesis de la sociedad abierta, que
despierten y vengan Bergson y Popper a explicárnoslo de nuevo.
El desplegado “Por una cancha pareja para candidaturas
independientes” firmado por cien personajes de nuestra vida pública (chilanga)
es manifestación de inconformidad y propuesta. Manifestación de inconformidad
histórica por nuestro retraso político y propuesta de cambios radicales en
nuestra forma de vida política. A diferencia de muchos estimables colegas, que
se quedaron atorados en la línea: “candidatos independientes”, lo
verdaderamente importante de este reclamo ciudadano nos remite a “la cancha
pareja”, como el espacio central desde el cual se construirá el clima hacia la
amplia participación ciudadana por encima de los partidos de oposición, que ya
no la representan, no existen como tales. Así, lo primero es el ring y
lo segundo, el pugilista. Si se lograra entender esto, anteponiendo a los
intereses personales o de grupo la urgente necesidad de diseñar un nuevo
proyecto nacional, y se aceptara que esto es resultado de las muchas carencias
que nos lastiman, entonces tendrá sentido continuar debatiendo tan grave
asunto. Es de reconocerse que en este desplegado haya habido una reunión de
nombres que en los tiempos de la fallida transición actuaron para paralizar la
transformación del sistema político (desde los confines mismos del Palacio de
Cobián) y los que lucharon tenazmente por consumarla.
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