07 de Enero de 2018
Así nacen siempre las guerras:
de un juego con palabras peligrosas,
de una superexcitación de las pasiones nacionales;
y así también los crímenes políticos;
ningún vicio y ninguna brutalidad en la tierra
ha vertido tanta sangre como la cobardía humana.
Stefan Zweig.
Es de suyo conocido que la entrada de Donald Trump a la Casa Blanca, ha supuesto un parteaguas en la historia mundial contemporánea. Los muy precarios equilibrios de poder que se instituyeron con grandes esfuerzos y no menos dificultades pueden estar en serio riesgo en la actualidad.
Hablamos del debilitamiento del andamiaje que sostiene el multilateralismo y sus instituciones internacionales más preciadas. Todas ellas, instituciones imprescindibles para garantizar y defender la paz, la defensa de la seguridad global frente a actores beligerantes estatales y no estatales, la educación, la cultura y la salud, el desequilibrio ecológico provocado por el calentamiento global. Se trata de la distribución de los bienes globales necesarios para que el planeta se proteja de su principal amenaza: las acciones del hombre.
En este caso, este hombre, este actor, Trump, ha despertado pasiones negacionistas acerca de la historia política, militar y ecológica mundial, y ha usado para ello todo el poder que posee como cabeza de la potencia, aunque en declive relativo, más poderosa, militar y económicamente del planeta para imponerse.
Hemos atestiguado que el compromiso y responsabilidad con la mayoría de los estadunidenses y de los pobladores, que regional y mundialmente están a expensas de las políticas de EU, no han sido cumplidos por este extravagante habitante de la Sala Oval. Toda vez que ha decepcionado y roto con los principios de la democracia liberal que guiaron a sus antecesores, al no haber estado dispuesto a acordar con aliados y enemigos un orden racional, no se diga una orientación humanista, en la toma de decisiones locales como internacionales.
Su veto a la entrada de inmigrantes musulmanes, sus chantajes para con los jóvenes inmigrantes dentro del programa conocido como DACA, su decisión de apoyar, contra el sentir de la comunidad mundial y de la Asamblea General de la ONU, la postura de los halcones de mover la capital de Israel a Jerusalén y su cruzada pronuclear frente a Corea del Norte e Irán, nos muestran a un Trump extraviado, disperso y extremista, que en cualquier momento podría tomar una decisión impulsiva, muy característica de él, apretar el botón y provocar una conflagración global.
Su poder de provocación es imparable e ilimitado. Todo en él representa una anatomía de la monstruosidad, tal y como titula su libro Nathan J. Robinson (Trump: Anatomy of a Monstrosity, edición Kindle, 2017).
Debido a su falta de disciplina y conocimiento del arte de gobernar, al lado de muchas torpezas resultado de una personalidad narcisista, Trump ha emprendido un viaje de no retorno (lamentablemente), que tiene a todos, incluidos a los militares democráticos de su país, anonadados. Y tal y como lo revela el polémico libro, Fuego y Furia (Fire and Fury: Inside the Trump White House, edición Kindle, 2017), en la corta historia de su mandato, Trump esconde varias secuelas oscuras de su vida.
Desde la proveniencia de sus ingresos, sus declaraciones al fisco, el lavado de dinero con la mafia neoyorkina a través de sus empresas constructoras, hasta el que presumiblemente lavó en sociedad con los grandes financieros rusos antes y después de Putin y el Rusiagate. Pero, preguntaría Robinson, “¿es Trump sólo estúpido e irrisorio?” No, es, aunque grotesco y carismático (¡lo que se quiera entender por esto ahora mismo!), también un sujeto con la habilidad de haber llegado desde los grandes negocios y haber convertido la riqueza espectacular en celebridad y poder político. Innegable y ciertamente expresión de la suma decadencia en la que ha caído el sistema político estadunidense.
Por si no lo queríamos ver, la crudeza y decadencia política en Estados Unidos hoy, por fin, con Trump, se nos presenta nítidamente a través de las acciones del plomero político mejor logrado por aquélla, desde los tiempos de L.B. Johnson y Richard Nixon.
¿Y las amenazas que representa el indeseable señor Trump, a nuestros pares de la sociedad civil, allá, acá y acullá? ¿Y al mundo constructor de las instituciones democráticas internacionales más acabadas desde el orden de Westfalia? Si me lo permiten los amables lectores, estos serán temas de futuras entregas, incluido el análisis del último libro mencionado.
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