Impunidad despótica
Las andanzas del bufón no tienen límite ni descanso. Es faena para toda la vida. Se debe ser sistemático y creativo para afianzarse en el imaginario del público atento, pero, sobre todo mantener la atención del rey y sus súbditos. Es tarea de un apostador, de un sobreviviente de la pantomima, sin sentido del ridículo, provisto de ciertos talentos para divertir y distraer
22 de Julio de 2018
A Martín, el príncipe sabio; mi flaco de oro, siempre.
Donald Trump es el bufón en jefe: trabaja para sí mismo, al tiempo el rey y el bufón mismo; y para un sector de la corte en Washington y otros lares. Ahora es también bufón de Vladimir Putin, quien se dio el lujo de usarlo de trapeador en Helsinki, cuando aquel declarara en contra del diagnóstico unánime de su aparato de inteligencia, acerca de la afirmación de que Putin sí intervino en el proceso electoral de 2016 en EU y, con ello, catapultó a Trump a la Presidencia (ergo: su Presidencia es ilegítima).
¿Por qué Trump reaviva el TrumpPutinismo? Y, ¿por qué se fulmina con esto una política de equilibrios, que guste o no, mantenía el balance de poder entre EU, sus aliados y Moscú y China? A punto fijo, aún no se sabe; pero se pueden hacer conjeturas. Como dijo un distinguido miembro del establecimiento político estadunidense, mismo que Trump ha querido destruir sin éxito: o existe un Kompromat (compromiso) con Putin, debido a la información comprometedora que atesora sobre Trump y su escatológica incontinencia promiscua y corrupta como empresario de influencia durante sus viajes a Rusia (y el presumible financiamiento secreto del capital privado putinista a sus eternamente quebradas empresas), o es simplemente un idiota cobarde que gusta de vincularse con patanes como él mismo, tales como Putin o Kim Jong-un, a fin de redondear su enfermo narcisismo. ¿O qué tal y son las dos a la vez?
Trump tiene un pasado turbio, lodoso. Todos lo saben, tanto en el ámbito de los negocios de la construcción, en donde se le llegó a vincular con la mafia neoyorquina, como en su vida privada. Compra y vende, lo mismo lealtades que prostitutas y vive en los linderos de la más baja podredumbre existencial (¡auxilio!, Camus y Fromm). Es el rey desnudo del siglo XXI y del nuevo caos americano y la impunidad despótica. Y lo sabemos mejor ahora todos los ciudadanos universales que atestiguamos, expuestos, al desparpajo del nuevo Americano feo, que aguardaba dormido en los sótanos oxidados del momentáneamente exsueño americano. Lo mismo afirma que la UE es un fracaso o que México es un país de violadores. O fulmina un pacto nuclear que sí funciona (Irán) por otro que no lo hará (Corea del Norte). O impone una guerra comercial al mundo entero, abandona el Pacto de París sobre cambio climático o despotrica contra la OTAN. Es el exterminador en jefe. Trump nos recuerda (guardadas las debidas proporciones, claro) a aquella alegoría de Chaplin en El gran dictador, cuando hace a Hitler jugar a la pelota con el globo terráqueo, en la inmensa oficina del tirano.
Por su lado, el exagente de la KGB y hoy jefe de la tríada clique empresarial proputinsta-mafia rusa-servicios de inteligencia, al servicio de la aniquilación, vía envenenamientos a domicilio, de la disidencia rusa, no es menos corrupto que Trump. Karen Dawisha (Who Owns Russia? Putin’s Kleptocracy) lo denunció en su libro: Putin ha sido capaz de tejer la más fabulosa red de corrupción en la historia de ese país, con base en fraudes, expropiaciones espurias, asesinatos y encarcelamiento de oponentes y disidentes, y de la imposición de la sistematización de la extorsión generalizada. Putin y su elenco se están preparando (con la ayuda del guasón) para retomar el poder perdido ruso desde el zarismo. Y este problema ha sido reconocido por Alemania y la UE; más aún, después de la ilegal anexión de Crimea y la agresión a Ucrania.
Pareciera ser que toda la trama TrumpPutinista se concreta nítidamente en la ya famosa Cumbre de Helsinki. Y se profundiza esa concreción ahora que ya se anunció que Trump invitará a Putin a la Casa Blanca, tarea que Pompeo ya empezó a articular servilmente y, en contra de todo consenso, de la opinión de parte de su gabinete, de la mayoría de la clase política, de la sociedad estadunidense, de su aparato de inteligencia, de su jefe de gabinete, el poderoso general John Kelly, y de la opinión pública internacional. ¿Podrá el mundo sobrevivir al delirio de dos vulgares tiranos?
Académico de la UNAM, miembro del SNI y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias
Twitter: @JLValdesUgalde
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