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La triste toma de la Presidencia mexicana (versión 2018)

La triste toma de la Presidencia mexicana (versión 2018)

La del próximo julio será la elección más compleja y definitoria de la  historia política mexicana moderna. El panorama político-electoral no es prometedor, principalmente pesan los grilletes institucionales que lo lastran.
24 de Junio de 2018
Por un lado, México no logra salir del atolladero histórico en el que está sumergido desde que apostó por el futuro, pero nunca dejó el pasado saldado. Por el otro, desde los tiempos en que Cortés llegó a estas tierras, vivimos la traición y el asalto cultural. Moctezuma, sumiso al conquistador, a quien le dio hospedaje en el mismo Palacio Real, se le entregó; y en estos tiempos aciagos para el país, EPN, igualmente y de espaldas a la nación, recibió y enalteció al tiránico Trump (antes incluso de que éste se convirtiera en manipulador y bufón en jefe de la Casa Blanca). A pesar de este pasado, que se condensa en estos dos antiguos y recientes episodios de traición, México ha conservado, entre su gente, un buen espíritu, solidario y quizá de avanzada, cuando de las grandes causas de reivindicación individual y colectiva se trata. Escribo lo anterior, sólo para abrir boca.
Pero, entonces, ¿ha sido nuestra gente la que, más allá del funcionamiento caótico de su Estado, se ha dejado sentir en la muy activa vida sociopolítica, como la esencia fundamental de la causa republicana? ¿Ha empujado, esta sociedad, a que la disfuncionalidad sistémica del aparato estatal se corrija a medias y prevenga grandes y mayores catástrofes? En consecuencia, ¿vivimos en un país, en el cual su sociedad civil, ante la enorme displicencia de la sociedad política, subsidia sociopolítica y culturalmente al Estado corrupto, al que a la vez mantiene con sus muy injustas contribuciones cautivas? Son preguntas pertinentes ahora que viene la “elección apocalíptica” del siglo XXI.
México no disfruta de una soberanía democrática en el sentido emocional y político del término. Sigue enjaulado en la melancolía. Sigue sometido a su esquizofrénico pasado antidemocrático, todo lo cual se expresa cuando somos testigos de la enorme simulación política a cambio de las migajas que reparte y sigue repartiendo el renovado, aunque viciado sistema de partidos. La representación prístina de este fenómeno es, primero, la negación democrática (AMLO), la exaltación hegemonista perpetua del dinosaurio disfrazada de cordero (Meade), la agonía ideológica de la derecha y la izquierda (PAN, PRD), que se aferran pragmáticamente al liberalismo político (correctamente), como último recurso para detener la andanada antidemocrática de los dos primeros y, por último, el sistema político-electoral incorregible de nuestro país que, aunque necesario, sigue siendo el puente-escollo que perpetúa la mediocridad del sistema mismo (por ejemplo, sin segunda vuelta no hay nada que hacer).
¿Cómo es posible que el Bronco haya sido admitido por el TEPJF como candidato independiente y hoy secuestre casi 3% de voto con su escatológica argumentación antipolítica, a costa del presupuesto que pertenece a la sociedad? ¿Cómo es posible que Zavala haya quedado impresa en la boleta, cuando fue desplazada de la cancha por la misma terquedad autoritaria del calderonismo (que la impuso), por convertirla en cabeza de playa de su obsesión sectaria, en aras sólo de detentar mezquinamente poderes típicos. ¿Por qué la señora de Calderón se prestó a tan indigna acción que hoy tiene a su suegro, a Gómez Morín, a González Christlieb, a González Morfín y a Castillo Peraza, revolviéndose en su tumba ante la traición rotunda de los Calderón, quienes de hecho y con la ayuda mezquina de sus corderos, sepultaron para siempre a aquellos en el olvido. Ni qué decir de las fuerzas centrífugas de ese tremendo simulacro izquierda-pejista, que no hace justicia ni a Revueltas, Campa, Martínez Verdugo o Heberto Castillo (más aliado en su final, al humanismo de Luis H. Álvarez, que al dogmatismo estalinista de la izquierda antidemocrática hoy enquistada en el pejismo y, algo famélica, en el perredismo).
¿Qué es lo que viene? ¿El famoso arroz cocido pregonado por Morena? ¿O una elección con márgenes estrechos para el ganador? Soy de la opinión de que, sea el que sea el resultado, presenciaremos una crisis política, debido, en parte, a que el peñismo, al corromperse como lo hizo, no sólo derrochó la oportunidad de la gente al priismo, sino que también provocó su derrumbamiento y la consecuente crisis de Estado que padecemos hace seis años. Crisis que se expresa en las postales descritas.
La única salida será evitar el 1 de julio una más profunda regresión autoritaria y darle oportunidad al liberalismo político como el único y quizá último coaseguro del pluralismo democrático mexicano.

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