Carlos Pascual se queda en México, al menos por ahora. Así lo hizo saber el portavoz de la Casa Blanca, Philip Crowley, un día después del regreso del presidente Calderón de Washington. Crowley afirmó que EU está decidido a “manejar cualquier tensión surgida por la aparición de esos cables” (WikiLeaks) y calificó como excelente la labor del embajador y su equipo en defensa de los intereses nacionales y de la relación con México. Por otro lado, el operativo Rápido y Furioso, por el cual Washington solapó el envío clandestino e ilegal de más de dos mil armas de alto poder a México, puso en evidencia que EU hace pocos esfuerzos para detener el flujo de armamento a las mafias mexicanas. ¿Empate? Quizá la relación bilateral no llegue a desponcharse a tiempo para saber la respuesta en el corto plazo.
El affaire Pascual, provocado por la sobrerreacción de Calderón a los cables de la embajada filtrados hace algunas semanas, podrían sugerir al menos cuatro hipótesis. La primera: Calderón no conoce EU. Lanzó su diatriba contra Pascual sin prever que se le arrojaba encima a uno de los hombres más cercanos a Obama y que al pegarle a él provocaba una carambola de repercusiones múltiples y desafortunadas que podía convertir a Pascual en el pasivo de una relación confinada así al estancamiento (¿era tan grave la razón de Estado?, ¿querrá Calderón el regreso de un duro como sustituto de Pascual?). Segundo, y como consecuencia, podrían haber ya quedado atrofiados los puentes diplomáticos y de cooperación recientemente construidos con discursos y con hechos. El cambio de actitud de Obama con respecto a su corresponsabilidad frente al crimen bilateral habría significado un activo, un hecho histórico que permitía vislumbrar una relación más lúcida, creativa, abierta y efectiva. Está por verse si este clima se recupera después de la virtual defenestración presidencial de Pascual, o si se perdió para siempre. Tercero, esta saga pondría de manifiesto que Calderón nunca ha soltado ni soltará el control absoluto de la política exterior en lo que resta de su sexenio, con los riesgos que esto implica. ¿Habrá alguien en la SRE que le haya dicho al Presidente que era mala idea acusar de ignorante a Pascual y asumir el asunto como cruzada personal en lugar de dejárselo a su canciller? Si nadie se atrevió a sugerirle que no escalara el diferendo, algo anda mal en la avenida Juárez. Y cuarto, Calderón pudo haber perdido la mano en su irreductible póker ante los ojos de todo el mundo y haberle restado respetabilidad a su investidura dentro y fuera del país. La percepción común parece ser que no ganó-ganó: ni Pascual se ha ido como lo sugirió ni obtuvo mucho (aparentemente) en otros frentes de la negociación bilateral con Obama, con la excepción de algo que EU ya tenía perdido de entrada desde que unilateralmente les cerró el paso: reactivar la circulación de los camiones de carga hacia el norte. Y, también, ahora, obtener una respuesta favorable del fiscal general, para investigar y enjuiciar a los responsables del trasiego de poderoso armamento al crimen organizado, algo reclamado por México desde hace años.
Estos hechos ponen en evidencia un mal manejo de Estado de la relación México-EU al punto de someterla al vacío. Lo cierto es que el escenario bilateral vuelve a convertirse en terreno minado, condición recurrente de una vecindad tan histórica como inevitable y necesaria. Lo que nos queda ahora es esperar, alrededor de estas conjeturas, y ver si en Los Pinos se recupera la prudencia, si los dos gobiernos cumplen con el principio de corresponsabilidad sobre el que tanto han declarado, desponchan la relación y concretan un entendimiento más equilibrado que recupere el centro racional decisional de la relación bilateral, atrapada en la inercia cínica que la invade por la sobrecarga subjetiva a la que se le ha sometido.
*Analista político. Investigador y profesor de la UNAM
jlvaldes@servidor.unam.mx , Twitter: @JLValdesUgalde
2011-03-09 05:00:00
El affaire Pascual, provocado por la sobrerreacción de Calderón a los cables de la embajada filtrados hace algunas semanas, podrían sugerir al menos cuatro hipótesis. La primera: Calderón no conoce EU. Lanzó su diatriba contra Pascual sin prever que se le arrojaba encima a uno de los hombres más cercanos a Obama y que al pegarle a él provocaba una carambola de repercusiones múltiples y desafortunadas que podía convertir a Pascual en el pasivo de una relación confinada así al estancamiento (¿era tan grave la razón de Estado?, ¿querrá Calderón el regreso de un duro como sustituto de Pascual?). Segundo, y como consecuencia, podrían haber ya quedado atrofiados los puentes diplomáticos y de cooperación recientemente construidos con discursos y con hechos. El cambio de actitud de Obama con respecto a su corresponsabilidad frente al crimen bilateral habría significado un activo, un hecho histórico que permitía vislumbrar una relación más lúcida, creativa, abierta y efectiva. Está por verse si este clima se recupera después de la virtual defenestración presidencial de Pascual, o si se perdió para siempre. Tercero, esta saga pondría de manifiesto que Calderón nunca ha soltado ni soltará el control absoluto de la política exterior en lo que resta de su sexenio, con los riesgos que esto implica. ¿Habrá alguien en la SRE que le haya dicho al Presidente que era mala idea acusar de ignorante a Pascual y asumir el asunto como cruzada personal en lugar de dejárselo a su canciller? Si nadie se atrevió a sugerirle que no escalara el diferendo, algo anda mal en la avenida Juárez. Y cuarto, Calderón pudo haber perdido la mano en su irreductible póker ante los ojos de todo el mundo y haberle restado respetabilidad a su investidura dentro y fuera del país. La percepción común parece ser que no ganó-ganó: ni Pascual se ha ido como lo sugirió ni obtuvo mucho (aparentemente) en otros frentes de la negociación bilateral con Obama, con la excepción de algo que EU ya tenía perdido de entrada desde que unilateralmente les cerró el paso: reactivar la circulación de los camiones de carga hacia el norte. Y, también, ahora, obtener una respuesta favorable del fiscal general, para investigar y enjuiciar a los responsables del trasiego de poderoso armamento al crimen organizado, algo reclamado por México desde hace años.
Estos hechos ponen en evidencia un mal manejo de Estado de la relación México-EU al punto de someterla al vacío. Lo cierto es que el escenario bilateral vuelve a convertirse en terreno minado, condición recurrente de una vecindad tan histórica como inevitable y necesaria. Lo que nos queda ahora es esperar, alrededor de estas conjeturas, y ver si en Los Pinos se recupera la prudencia, si los dos gobiernos cumplen con el principio de corresponsabilidad sobre el que tanto han declarado, desponchan la relación y concretan un entendimiento más equilibrado que recupere el centro racional decisional de la relación bilateral, atrapada en la inercia cínica que la invade por la sobrecarga subjetiva a la que se le ha sometido.
*Analista político. Investigador y profesor de la UNAM
jlvaldes@servidor.unam.mx , Twitter: @JLValdesUgalde
2011-03-09 05:00:00
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