Vivimos tiempos “líquidos”, como diría Bauman
(“Modernidad líquida”). El presente y a veces el futuro, se nos diluye entre
las manos a gran velocidad. Quedaron atrás los tiempos “duros”, cuando el
presente (incluso el futuro), el tiempo y el espacio tenían mayor
perdurabilidad, mayor consistencia, quizá. No obstante, para lo que no están
preparados los tiempos líquidos es para el trasnochado delirio humano que todo
lo desquicia en el contexto de la interacción social, pero más cuando viene del
poder. Solicito su ayuda: ¿fue cierto que el 19 de marzo AMLO se reunió con
Jared Kushner, yerno de Trump, en uno de los patios traseros de Televisa?, ¿acaso
fue también cierto que AMLO exigió al rey de España y al Vaticano disculpas por
los agravios de la conquista? O si acaso fue todo esto una pesadilla, les ruego
que me manden despertar con un emisario de confianza. Y si fue cierto,
preparemos la terapia colectiva que requiere todo el gabinete de política
exterior, quienes parecieran haber perdido la razón o haber sucumbido a lo más
hondo y vulgar de la abyección humana ante el poder absoluto. El de adentro y
el de afuera.
La
forma actual de conducir la diplomacia mexicana es un claro ejemplo de cómo no
debe de hacerse política exterior moderna. No hacerse responsable es una salida
cómoda pero que, ya se está viendo, sólo conduce al fracaso y puede traer
consecuencias graves. En términos de opinión pública nacional e internacional,
impacta no saber bien y a fondeo los temas de la agenda de la improvisada
reunión en la casa de Bernardo Gómez. Primero, es imperativo cuestionar que un
actor privado (presumiblemente el intérprete entre AMLO y Kushner), haya sido
no sólo anfitrión, sino también
depositario de asuntos de Estado del más alto nivel, sobre la relación la
relación exterior más importante de México. Segundo, importa que sepamos cómo
se originó esta reunión y si la agenda de Kushner se superpuso a la del jefe de
Estado.
Dado lo sorpresivo de este encuentro “en lo oscurito”, se antoja pensar
que Presidencia no tenía contemplada esta reunión y si la tenía, ¿por qué no se
nos informó y se mantuvo en secreto? Si bien en diplomacia, existen los
llamados canales traseros (“back Channels”), lo que importa en este caso son
los contenidos: ¿querían Trump y Kushner que asistieran los secretarios de
Defensa y de Marina? ¿Aparte de lo hecho público, se habló sobre el terrorismo
cibernético ruso y chino? Supuestamente Washington pegona, a través de
información de inteligencia de la Agencia de Seguridad Nacional, que ambos
países han intentado penetrar los sistemas de seguridad mexicanos y que ya han
detectado agentes rusos operando en México.
Son preguntas para AMLO, quien,
ante los embates recientes de Trump de cerrar la frontera ha contestado, “como
dicen los jóvenes, ¡zafo!”, o sea, amilanándose socarronamente; olvidando su
promesa de campaña de contestar los tuits de Trump e no aprendiendo de las
respuestas firmes de estadistas de verdad como Angela Merkel, quien no lo ha
dejado sobrepasarse y ha optado por una diplomacia ofensiva ante las
provocaciones. Sobre el reclamo a España y al Papa, este último ya dejó claro
que no pedirá perdón de nuevo y para rematar, que no vendrá a México. Por otro
lado, es lamentable que se use la relación con España para distraernos
demagógicamente de los serios temas internos. Con estos actos delirantes, no es
difícil prever que vendrán tiempos difíciles para la política exterior mexicana.
Hay que sacudirse los complejos.
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