De acuerdo a la teoría, hegemonía es liderazgo.
Sin embargo, Donald Trump se ha encargado de demostrarnos que representa la
antítesis de ambos, lo cual ha provocado
que tengamos ante nosotros a un hegemón herido. Ante la realidad geopolítica en
la que Estados Unidos se encuentra y dado el declive relativo que este país
sufre ante jugadores como China y la Unión Europea, uno se pregunta si la
errática política interna y externa de Donald Trump no ha deteriorado aún más
la imagen estadounidense ante el mundo y aumentado la velocidad del declive de su poder. Me pregunto esto debido a que en toda acción política, la naturaleza
psicológica y emocional del conductor es determinante para la obtención de
resultados óptimos.
En este sentido, la calidad más que la cantidad, en el
ejercicio del liderazgo, es fundamental para generar un ambiente de certidumbre
y confianza entre los miembros de una comunidad nacional e internacional.
Robert Jay Lifton, psicólogo estadunidense y coautor del libro The Dangerous case of Donald Trump (El peligroso
caso de Donald Trump), esfuerzo editorial colectivo de 27 expertos en salud
mental y todos miembros de la Asociacón psiquiátrica de EU y publicado en
octubre de 2017, nos habla de la “normalidad maligna”. En el texto publicado también
parcialmente en el NYT (New York Times, marzo de 2017), hace énfasis en “los
peligrosos patrones psicológicos” de Trump: “la creación de su propia realidad
y su inhabilidad para manejar las crisis inevitables que enfrenta un presidente
estadunidense, atenta contra la viabilidad de la democracia estadunidense”. Y
agrega, “un peligroso presidente es normalizado y la normalidad maligna llega a
dominar nuestra dinámica de gobierno –o se podría decir, de anti gobierno”; lo
cual “requiere que reconozcamos la urgencia de la situación en la cual el
hombre más poderoso del mundo es también el portador de una profunda
inestabilidad”
Hace
cinco días Trump viajó más de diez horas hasta Hanói, Vietnam, a fin de dar
continuidad a su reunión en 2018, con Kim Jong-un, el dictador de Corea del
Norte. La idea de esta segunda cumbre entre ambos, era continuar con las
pláticas iniciadas en Singapur en 2018 y lograr que Kim suspendiera toda prueba
y construcción nuclear a cambio de que EU levantara las sanciones millonarias
en su contra y hacer posible que la economía norcoreana saliera del bache en
que se encuentra. Esta reunión fue un fracaso y las versiones son confusas,
sobre todo por lo que se sospecha son, de nuevo, más mentiras de Trump, quien
afirma que Kim demandaba el levantamiento total de las sanciones y no ofrecía
desmantelar su poder nuclear. El canciller norcoreano desmintió a Trump en
ambos rubros. Lo cierto es que este abrupto fracaso en política exterior demuestra,
entre otras cosas, lo valioso que el pacto nuclear que se logró con Irán y del
cual Trump se ha salido. El G5+1 como se llamó el acuerdo nuclear con Therán
fue tejido laboriosamente y en silencio por Obama y John Kerry; mientras que
con Corea todo quedó en un espectáculo personalista propios de un hombre
inestable, mentiroso flagrante y sin talante de estadista.
Con
este fracaso a cuestas y humillado, Trump regresó a casa para enfrentar un
ambiente calentado por las declaraciones de Michael Cohen su abogado personal
por diez años. Cohen declaró bajo juramento ante el congreso, que Trump era
“racista”, “tramposo”, “estafador” y “mentiroso” y que sabía y fomentó las
filtraciones de Wiki Leaks de los haqueos a la campaña de Hillary Clinton.
También afirmó que Trump había contratado gente para inflar su popularidad, que
había mentido sobre el tamaño de sus negocios, que había mentido al fisco y a
las compañías de seguros, y que a petición de Trump, él había mentido a su
esposa sobre sus infidelidades.
En suma, tácticas propias de un mafioso. Este
ambiente se completa con la resolución de la Cámara de Representantes en contra
de la declaración de emergencia que hizo Trump en días pasados. El Senado se
pronunciará en el mismo sentido en próximos días y se presume que habrá
importantes desertores republicanos. Los fiascos de Trump en política interna y
externa lo han herido aún más de lo que de por sí ya estaba. Esto afecta la
credibilidad del líder del aún mayor hegemón del planeta, lo cual seguramente
minará su presidencia en un momento crucial para su futuro político. Falta ver
los resultados de la investigación especial sobre el affaire ruso para completar el rosario de desgracias de Trump. A
estas alturas, Trump quisiera haberse quedado a vivir en Vietnam a donde por
cierto no fue a combatir durante la guerra, debido a que se inventó un informe
médico a modo.
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