La tendencia sadista
es el deseo de hacer
a otros sufrir o
verlos sufrir. Este sufrimiento
más frecuentemente es
sufrimiento mental.
Su objetivo es dañar,
humillar, avergonzar a otros,
o verlos en
situaciones embarazosas y humillantes
Erich Fromm
El miedo a la libertad
Es
sabido que hasta los circos pueblerinos tienen su orden en cada una de sus
funciones. Salen a escena los payasos, acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, forzudos, magos, malabaristas, mimos,titiriteros, tragafuegos, trapecistas y
animales salvajes domesticados, y desde luego los domadores con su vetustas
bestias. Nunca falta el maestro de ceremonias que pone el orden anunciando la
función. Fue un deleite ser testigo infantil del espectáculo circense. Este ya
no es el caso del circo de la política que hoy nos intoxica más que nunca a
niños y adultos. Me referiré al nuestro, con el presidente López Obrador a la
cabeza y al que escenifica Donald Trump en EU. Ambos se caracterizan por una
degradación profunda y por ser un absoluto caos, incluso de vergüenza ajena
¡Cuan parecidos resultan ser ambos circos! Y ambos conductores del circo. Existen
múltiples niveles de semejanza entre Trump y AMLO que refieren tanto al
despropósito político como a la falta de oficio. Los ejemplos abundan.
El conflicto con la
verdad histórica es
uno de ellos. Ambos han inventado una interpretación alternativa de la realidad
o lo que se llama una “realidad alterna”, misma en la que viven sus bases,
quienes son capaces de defender al líder con furia y violencia física o verbal.
La verdad absoluta está con ellos cual divina trinidad, trátese del crecimiento
del PIB, hechos o dichos, Corea del Norte o el huachicol: son los “otros” y sus
instintos conspiracionistas lo que está detrás de la maledicente opinión. En
este rubro la prensa es el enemigo número uno; para Trump es CNN, para AMLO es la prensa fifí. Agresión y confrontación. Trump es un agresor en jefe. Amenaza, descalifica
a oponentes y colaboradores por igual, (vaya, hasta el todopoderoso General
John Kelly, su renunciado Jefe de Gabinete, se cansó de la incontinencia de
Trump y se fue), llamándolos mentirosos, gordito y hombre cuete (a Kim Jong-
un), o perras (a las mujeres que lo denuncian por abusador). Y AMLO no se queda
atrás. Se han identificado 84 descalificaciones contra sus contrapartes o
adversarios. Algunas de ellas: pirrurris, achichincle, alcahuete, blanquito,
farsante, mafiosillo.
En ambos casos, una guerra desde el poder de los
“nosotros” contra los “otros” bastante rústica. Además, desautoriza a sus
ministros, de Hacienda para abajo, hasta llegar a Alfonso Durazo, a quien le
acaba de tumbar los datos sobre asesinatos, del portal del Secretariado
Ejecutivo del Seguridad Pública, después de la confrontación de Jorge Ramos en
una muy reciente “mañanera”. Narcisismo autoritario. En 2017, 27
psiquiatras y psicólogos de EU publicaron, The
Dangerous case of Donald Trump¸ en el que señalan: “sus discursos y
acciones indican que no es capaz de tolerar diferentes puntos de vista, lo que
lleva a tener reacciones de rabia”. Son conocidas las explosiones iracundas de
Trump y las peligrosas implicaciones que esto tiene en sus políticas públicas.
Sobre AMLO no tenemos una evaluación similar, pero sí contamos con evidencia de
cómo puede despreciar con intolerancia verbal (aunque declare que este es un
país de libertades) a los otros, que ante el derecho al desacuerdo, prefieren
callarse antes de verse más humillados. Ejemplos de esto hay muchos, pero destaca (al igual que con Trump), su
guerra contra la disidencia, las libertades de prensa y opinión. Centralización del poder. Trump ha
intentado –sin éxito- arrasar con los contrapesos y con varias de las
disposiciones constitucionales que hacen a EU uno de enormes atractivos
políticos. En esta tarea ha intentado sin éxito fulminar la autonomía del poder
judicial, que sigue siendo la instancia de mayor resistencia al autoritarismo
del magnate. En México no.
El presidente ha dado instrucciones a Ricardo
Monreal y a Morena de hacer pasar una
iniciativa para extender la numeralia de la SCJN a 16 ministros, con la argucia
de que se requiere una tercera sala que vele por el problema de la corrupción.
Nada más inexacto. El fondo del asunto es tener control ejecutivo sobre el
tercer poder, toda vez que ya tiene el legislativo a su disposición. ¿División
de poderes? ¿Inicio de una era autoritaria más? Por último, el nacional populismo soberanista
identifica a ambos líderes. En ambos discursos se oferta una sobredosis de patria.
AMLO se une para mal, no sólo a los Orbans
del mundo que atentan desde el i-liberalismo en contra de la única arquitectura
política que nos queda y amenaza así, con terremotos constitucionales aterradores.
Ambos líderes tendrán que definirse y escoger entre Patria y Estado, o circo
ambulante de degradación política.
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