No hay diplomacia que no sea el reflejo fiel de la vida interna del país en cuestión. México le ha sido consistente y fiel siempre a este axioma. Desde la firme (y la gran mayoría de las veces, simuladora) diplomacia de la posrevolución autoritaria, hasta la diplomacia fallida de la segunda parte del gobierno de Fox (cuando Castañeda ya había renunciado), hasta la imperturbablemente mediocre acción diplomática de lo que queda de la alternancia representada hoy por la corriente calderonista al interior del aparato estatal, lo único claro de nuestra diplomacia es que no se tiene nada claro acerca de los objetivos mexicanos en política internacional y que ha decidido continuar nadando de muertito. Por ejemplo, no se tiene claro qué intereses hacer progresar con respecto a África, en donde tenemos sólo siete embajadas, mientras que Brasil cuenta con 34, de las cuales 16 fueron abiertas durante el periodo presidencial de Lula. La política exterior en Oriente Medio no es la exce...

Investigador Titular en el CISAN-UNAM y profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la FCPyS. Fue Profesor-Investigador visitante en el Lateinamerika-Institut de la Frei Universität, Berlin 2013-2015. Colaborador permanente en Deutsche Welle, Berlin. Realizó su Maestría en Sociología Política y el Doctorado en Relaciones Internacionales, por la London School of Economics and Political Science (LSE).