México no ganó: revirtió una imposición (no existente), unilateral, arbitraria e ilegal, a cambio de militarizar la frontera sur, convertirse en tercer país de asilo “sin demora” y fungir como el policía de Trump. El país completo se volvió el soñado muro de Trump. Donald Trump es un hombre enfermo. Se cree estadista, no lo es. Representa, por un lado, a la consciencia social más burda y culturalmente retrasada de su país y, por el otro, a la escuela política más retardataria de los siglos XX y XXI. Herido políticamente, cada día que pasa y a cada cerco que le ponen Robert Mueller, Nancy Pelosi o CNN, él responde con ferocidad draculiana. Literalmente, Trump se alimenta de la miserable sangre ajena para lograr un empoderamiento que, ya hemos visto, poco le dura cada vez que embiste a su interlocutor. Lo mismo amenaza a Irán, que llama p ocahontas a la senadora Elizabeth Warren, a quien descalifica como descendiente de nativos estadunidenses; insulta al alcalde de Londres, S...

Investigador Titular en el CISAN-UNAM y profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la FCPyS. Fue Profesor-Investigador visitante en el Lateinamerika-Institut de la Frei Universität, Berlin 2013-2015. Colaborador permanente en Deutsche Welle, Berlin. Realizó su Maestría en Sociología Política y el Doctorado en Relaciones Internacionales, por la London School of Economics and Political Science (LSE).