La política exterior mexicana se quedó sin rumbo. No hay ni siquiera una teoría que la pueda sostener —ni la del pragmatismo—. Es tierra de nadie —en manos de moneros y plumas mercenarias de la peor ralea y de un caudillo errático y atormentado— y el Estado mexicano la ha dejado morir y también lo mejor de la política internacional que este país tuvo alguna vez. Es una pena el triste y pasivo papel de Ebrard en la maniobra de Palacio de convertir —presumo— al conjunto del equipo de exteriores en párvulos de favela. Lo último, como perla dominante, su selfi en el sepelio de la reina Isabel II. El centro racional de decisiones se ha resquebrajado. El espacio decisional que le daba rumbo profesional y cohesionado desde la articulación sistémica de sus funcionarios, a las decisiones de política exterior, ha quedado expuesto desde hacer cuatro años a los impulsos autoritarios de la 4T, que han impedido a la Cancillería, con el beneplácito de su titular, a hacer política exterior. El se...

Investigador Titular en el CISAN-UNAM y profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la FCPyS. Fue Profesor-Investigador visitante en el Lateinamerika-Institut de la Frei Universität, Berlin 2013-2015. Colaborador permanente en Deutsche Welle, Berlin. Realizó su Maestría en Sociología Política y el Doctorado en Relaciones Internacionales, por la London School of Economics and Political Science (LSE).