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El gran enredo

Trump anda enredado en casi todos los temas. La mayoría de ellos, asuntos que están fuera de su competencia, por ser él mismo incompetente. La suya es una incompetencia de Estado, producto de la estulticia y la arrogancia de lo que el FBI, según reporta recientemente, considera una personalidad tan narcisista como sicópata (ver Trump’s Brain: An FBI Profile of Donald Trump: Predicting Trump’s Actions and Presidency)

26 de Noviembre de 2017

En un reporte reciente de 27 siquiatras estadunidenses (The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President), se cuestiona la salud mental de Trump y se le declara como un peligro para la seguridad de EU, además de que se apela a la aplicación de la enmienda 25 constitucional que empodera al gabinete, al vicepresidente y al Congreso, a declarar al Jefe del Ejecutivo como incapaz y sin facultades para gobernar y en consecuencia, proceder a su destitución.

La revista Newsweek ha bautizado a su gobierno como el más corrupto de la historia. Según su relato, hay al menos seis funcionarios de primer nivel en el gabinete usando aviones militares para llegar a su destino, vinculados con negocios que bien podrían estar asociados a la mafia rusa y al lavado de dinero: en la lista se incluye al secretario de Comercio, Wilbur Ross, el mismo que está queriendo imponer los términos más leoninos que se hayan visto en la renegociación de un tratado comercial, en este caso el TLCAN. También señala a Jared Kushner, yerno y consejero estrella de Trump, quien habría omitido declarar un billón de dólares en préstamos externos para sus empresas inmobiliarias. Otro personaje señalado es el siniestro Michael Flynn, el general muy tempranamente defenestrado como consejero de Seguridad Nacional. Flynn ya ha pintado su raya con Trump y ha quedado al margen de la cooperación legal que sus abogados mantenían con la Casa Blanca. La razón: ya acordó aceptar la condición de testigo protegido del fiscal especial, Robert Mueller, para declarar en contra de Trump y su equipo por el Rusiagate, que va que vuela como la crisis judicial más grave desde el Watergate de Nixon.

En el reportaje referido, Flynn es acusado, entre otros cargos, de haber realizado transacciones ilegales con los gobiernos turco y ruso antes, durante y después de la elección de Trump.

Y para rematar, ahora, 16 mujeres más han acusado a Trump de acoso, abuso sexual y violación a sus derechos de género, todo lo cual ha quedado plasmado en un documental de la firma Brave New Films (16 mujeres y Donald Trump). Es decir, si en noviembre de 2016 se trató de una crisis de política electoral, ahora estamos ante una crisis de gobernanza estatal de gran calado, una gran hidra asesina, a la que semana tras semana le nace una cabeza nueva, dispuesta a seguir devorando las extremidades y vísceras de un gobierno sin organicidad ni racionalidad democrática alguna y manchado por la ilegitimidad.

La clase política está alarmada ante las crisis ocasionadas por Trump. Lo están aún más los republicanos, quienes en su momento se entregaron a Trump en la confianza de que esto les daría capital político para las elecciones de 2018 y así poder conservar la mayoría legislativa.

La razón de su legítima preocupación no es menor. Los demócratas han ganado recientemente dos gubernaturas, en Nueva Jersey y Virginia, y muy probablemente lo hagan también en Alabama, toda vez que el candidato republicano, Roy Moore, está siendo acusado de haber pretendido niñas de 14 años, siendo él un joven abogado en sus 30.

Nos falta mucho por ver todavía, pero ya no queda la menor duda de que desde que Trump llegó a la Casa Blanca, un sujeto degradante, de dudosa salud mental e intelectual, que provoca vergüenza a los estadunidenses, le ha impreso aún más vulgaridad al ambiente democrático estadunidense, que ya de por sí vivía una crisis de fondo muy seriamente debatida en EU.

Hoy el mundo entero tiene que negociar con un vándalo en jefe, errático y provocador, que nos hace rememorar, hoy más que nunca, aquella sabia frase de Santayana: “Aquellos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”.

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