El ya de por sí maltrecho sistema internacional hoy vive los momentos más críticos de su historia desde el fin de la llamada Guerra Fría. De hecho, la invasión rusa a Ucrania, iniciada el miércoles pasado, puede muy bien ser el comienzo de una segunda Guerra Fría (Fred Halliday decía que la confrontación de la Guerra Fría entre los dos bloques de poder, representaba más bien una guerra caliente) y el inicio de la descomposición del sistema global tal y como lo conocemos, incluida la decadencia de la ONU. Henry Kissinger escribió ya hace tiempo, que antes de analizar cómo comienza una guerra es mejor indagar sobre cómo puede terminar (“To settle the Ukraine crisis, start at the end”, The Washington Post, 5 de marzo de 2014). Y éste es precisamente el centro de la discusión al analizar el conflicto que Rusia le armó a Ucrania y a una buena parte del mundo, principalmente a Europa. Y ante el cual, la OTAN y la UE no fueron capaces de neutralizar, toda vez que carecieron del tacto para no dar pasos por adelantado en promover la asociación de algunos de sus miembros a la OTAN, como Ucrania y, ciertamente, como República Checa, Hungría, Polonia (finales de 1990) y Bulgaria, Estonia, Letonia, Rumania, Eslovaquia, y Albania (en la siguiente década). Hay que decir que la OTAN habría ofrecido en los tiempos de la disolución de la URSS, no hacer movimientos de incorporación de estos países al seno de su organización. Lo cual ciertamente no se cumplió y significó que Putin sintiera una amenaza existencial.
Al mismo tiempo, la obsesión de Vladimir Putin por construir enemigos lo ha llevado a amenazar con un conflicto armado a Europa y romper con esto el precario balance de poder geopolítico. Con su reconocimiento de Lugansk y Donetsk en el Donbás, como repúblicas independientes, claramente su intención es la de provocar un rediseño de las fronteras en Europa, lo cual ha llevado también a los aliados occidentales a rediseñar la seguridad europea. Si bien la invasión a Ucrania amenaza por primera vez desde los tiempos de la Segunda Guerra a Europa con una conflagración, esto también ha llevado a la unidad en la OTAN y en la Unión Europea, a un nuevo momento de la unidad transatlántica, la cual se pondrá a prueba en el curso de los eventos que continúen desarrollándose en Ucrania.
Junto con la crisis del sistema internacional, está, desde luego, el escenario de Guerra Fría al cual Putin quiere regresar. En su discurso previo a la invasión, Putin dejó clara su obsesión por regresar a la noción de áreas de influencia típicas de la Guerra Fría, en las que la ex Unión Soviética tenía el control político militar. Esto se acabó cuando cayó el Muro de Berlín, y la URSS perdió el control territorial de las repúblicas pertenecientes a su imperio y se dio fin a la influencia del Pacto de Varsovia (1955). En cualquier caso, la narrativa de Putin es punto de partida para lograr el regreso a las viejas fronteras y a la recuperación del viejo imperio de los tiempos de la gran madre patria rusa.
Que esto se vaya a lograr y que, por ejemplo, Polonia, Rumania, Hungría, República Checa, Lituania, etc., vayan a regresar a ser parte del control geopolítico de Rusia, está, en mi opinión, lejos de ocurrir, toda vez que son territorios que viven al amparo de la OTAN, e intentar ocuparlos, eso sí sería apostar por una conflagración mucho más extendida directamente con la OTAN. Lo que es más seguro que pase es que los rusos ocupen en los próximos días Kiev, derroquen a través de un golpe de Estado a Volodímir Zelenski, y a su gabinete, o bien entren a una negociación con un sector del ejército ucraniano y sea éste el que expulse del poder al presidente democráticamente electo. En todo caso, lo que pretendería Putin es controlar a Ucrania a través de un gobierno títere pro ruso y alejar con esto toda posibilidad de que se estrechen aún más los lazos entre Ucrania y Occidente como ya venía ocurriendo en los años recientes. Y que su zona de contención permanezca intacta toda vez que la llanura nordeuropea que se mantiene abierta para una potencial invasión a Rusia, estaría protegida. Se avizora una ocupación larga de Ucrania y el regreso de una Rusia que busca fortalecerse y recuperar “el respeto” de Occidente. Una vez que esta ocupación territorial ilegal desde todos los lugares que se le mire, se afiance, entonces sí se podrá dar lugar al juego diplomático que fracasó estrepitosamente antes de la invasión debido a que Moscú no obtuvo las garantías de que Ucrania no pretendiera afiliarse a la OTAN (lo cual se agradece, pues EU y la OTAN estarían ahora mismo en el teatro de guerra, defendiendo la integridad de su país miembro, o bien Rusia nunca la hubiera invadido); en esas circunstancias, tendríamos probablemente a una Rusia más calmada. ¿Será así, o Moscú pretenderá ir por más, ya que está en una posición relativamente ganadora frente a sus contrapartes?
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