Donald Trump está cumpliendo a gran velocidad (“muzzle velocity” o “inunda el barco”, Stephen Bannon dixit) sus amenazas de campaña. Ya logró que Panamá pusiera distancia en sus acuerdos con China sobre el Canal de Panamá. Que El Salvador otorgara espacios para recluir a los migrantes convictos en sus temibles cárceles, lo cual Washington está por confirmar si acepta y que México accediera a militarizar su frontera norte con el envío de 10 mil efectivos de la Guardia Nacional que operará para impedir el trasiego de fentanilo y de migrantes irregulares, entre otros temas continentales de enorme importancia para Trump y Marco Rubio. Groenlandia es otra area de la imaginación geopolítica trumpiana y, de acuerdo con las palabras de Rubio, no es broma que Estados Unidos se quiera apoderar de la estratégica isla. Para rematar ahora fue la franja de Gaza la que se incluyó en la discusión. En la recepción que dio en la Casa Blanca a Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, Trump afirmó que Estados Unidos se haría cargo de Gaza y que todos los gazaties tendrían que ser reubicados en algún país vecino, a lo cual Jordania, Egipto y Arabia Saudita reaccionaron de inmediato, negando la factibilidad de tal desplazamiento en sus territorios; aparte de enrarecer la relación entre Egipto e Israel que apuntaba hacia una normalización. El hecho es que los propios asesores de Trump, reaccionaron diciendo que esto no incluiría el desplazamiento de fuerzas militares, ni ninguna inyección de recursos, todo lo cual violaría la legislación internacional. Se vuelve a poner en evidencia la incontinencia verbal que ha caracterizado siempre a Trump y que tantos problemas ha causado a sus colaboradores cuando de desmentir sus dichos se trata, todo lo cual es el caso de nueva cuenta. En todo caso, sigue montado en su macho afirmando que inaugurará una Riviera del Medio Oriente en Gaza.
Trump es un autócrata sin escrúpulos que inició su presidencia con un alto grado de neurosis, firmando más de cien ordenes ejecutivas. En una aparente muestra de fuerza, las suyas han sido acciones relativamente débiles toda vez que esconden una relativa falta de consenso en el legislativo. En el Senado tiene mayoría de 53 senadores, pero también un puñado de republicanos que están en desacuerdo con sus medidas. En la cámara baja la distancia entre demócratas y republicanos es pequeña y podría reducirse más debido a algunos de los nombramientos para el gabinete ampliado de Trump y en los que estarían involucrados algunos diputados. Esa es la razón por la que se la ha pasado firmando decretos pues no quiere exponerse a una confrontación o desaire de sus correligionarios. Aunque su triunfo en las urnas fue holgado, no parece tener asegurados todos los apoyos que desea para llevar a cabo sus acciones; de forma tal que su fuerza es relativa y no absoluta como parece querer demostrar. Por lo pronto dos jueces acaban de congelarle sus decretos para reducir la burocracia en dos millones de empleados y el que se refiere a la cancelación del derecho a la nacionalidad estadunidense por nacimiento. Todo esto está evidenciando a un Trump desaforado que muy bien puede seguir perdiendo fuerza gradualmente y conforme avanzan sus iniciativas.
Por ahora Trump ya ha logrado avances en Panamá y México a quienes ha ordenado que arreglen la casa. Como ya se dijo, el presidente panameño, José Raúl Mulino, deshizo el acuerdo con China para incorporarse al proyecto de la ruta de la seda y la franja que ha emprendido China en los últimos años, y en México la presidenta Sheinbaum remilitarizó la frontera norte siguiendo las presiones de Trump y haciendo prácticamente lo mismo que ya había hecho AMLO durante la primera presidencia del republicano para neutralizar la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas. Todas estas medidas hacen que Trump aparezca como el gran árbitro de las relaciones interamericanas. Está por verse si esta influencia también le resulta favorable en las relaciones con Europa y en el Medio Oriente, en donde se aprecia un escaso consenso para sus planes en Gaza. Será particularmente relevante la influencia que Trump pueda tener en el conflicto entre Rusia y Ucrania. El futuro de su obsesión por ser el jefe del mundo en el mediano plazo, estaría dependiendo, entre otras cosas, de si logra pacificar la región tal y como lo ofreció en campaña.
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