Para volver a estar
donde
estábamos, cuando
Estados Unidos era grande,
tendrá que haber
disturbios de nuevo
Donald Trump
Lincoln decía: "las elecciones pertenecen
al pueblo. Es su decisión. Si los ciudadanos deciden darle la espalda al fuego
y quemarse el trasero, tendrán que sentarse sobre las ampollas". ¿Son las
elecciones un reflejo de las virtudes de la democracia? ¿Son acaso la expresión
de aquellos dos valores que definen al republicanismo: virtud cívica y
excelencia? ¿Son la expresión del rigor cívico y la virtud republicana? ¿Son
los ciudadanos capaces de gobernarse a sí mismos, como postulaban los padres
fundadores en EU? Aunque aún es temprano, pronto podrán percatarse del alcance
de estas preguntas, en las contundentes respuestas que arrojará la gestión de
Donald Trump.
Con
el triunfo de Trump, la tentación populista se reforzó transnacionalmente,
tanto en la derecha como en la izquierda. Después del Brexit, se ensancha la
brecha para que el nacionalismo nativista y chovinista - provisto de una
narrativa denigrante contra todo el que se oponga- se empoderó en el seno de
los sistemas democráticos. Se va a aprovechar la asunción de la demagogia
populista del trumpismo para celebrar
no tan atinadamente el fin del liberalismo (en el que se gesta el propio
populismo) como estratagema para operar -incluso antidemocráticamente como lo
hizo Trump-, sólo en aras de conseguir los jugosos beneficios inmediatistas del
poder: el poder por el poder. El resultado electoral en EU, así como es un
resultado del proceso democrático que toma lugar en los confines de la
democracia liberal, es también una expresión de su crisis sistémica; lo mismo
ocurre en Europa. Esto ocurre, tanto por que cuestiona la validez de dos
conceptos que clásicamente han caminado juntos y que hoy se miran con extrañeza:
democracia y liberalismo; como por el hecho de que el subproducto electoral más
visible representa una amenaza directa a lo que queda de éste, precario, pero
único sistema político posible para la convivencia civilizada.
Es
un hecho que el éxito de la ola populista de derecha se basa en la existencia
de una masa multi clase salvajemente pauperizada por un capitalismo financiero de
casino y hasta hoy imparable, y que ha sido desafortunadamente acogido por el
proceso globalizador.La globalización irracional provocó un proceso generalizado
de inequidad económica y de oligarquización
de nuestras sociedades; también le quitó legitimidad a aquella y engendró un
neo nacionalismo excluyente e irracional que por más que exprese la crisis de
la democracia, es inaceptable toda vez que es acompañado por liderazgos
intolerantes, anti pluralistas y potencialmente totalitarios que hacen
descansar su narrativa en la xenofobia, el racismo y la misoginia: una amenaza
triple al debate transformador democrático que obligatoriamente se tendría que
dar en nuestras sociedades. Si las contradicciones económicas de la
globalización en las que descansa este debate no se superan, entonces no
podremos aspirar a la recuperación de las formas y relaciones equilibradoras
que en su sentido más clásico, la democracia ofrece.
La
"trumpización" de la política ha supuesto, en una más cruda dimensión
de lo que provocaron en Europa el UKIP
británico, Ley y Justicia de Polonia o
el Fidesz húngaro, la confrontación
entre "los nosotros" contra "los ellos", no entre los de
"abajo" frente a los de "arriba", como propondría el
teórico del populismo, Ernesto Laclau. Cannetti lo decía así: "al dividir
esa masa laxa y amorfa en dos grupos como en formación de batalla, los hace exclusivos
y los llena de enemistad mutua lo que al final conduce inevitablemente a verdaderas
bandas de guerra." ¿Guerras culturales?, ¿eso nos espera? Ojalá que no. No
obstante, lo que veremos en esta embestida de la Internacional Populista es que su impulso en contra de la
institucionalidad existente, implicará que, más allá de transformarla y
mejorarla, la querrán erradicar por la fuerza inventándose otra que pertenece al
pasado, no al futuro. ¿Permitirá esto el precario Establishment en EU? ¿Contagiará el trumpismo a México en su peor versión nacional-populista?
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