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Obama lanza misiles

Parece que Obama le ha tomado la medida a su contrincante republicano en varios temas y lo está exponiendo a los cuatro vientos. En su página web, Obama for America, se le hacen cargos graves a Mitt Romney en su calidad de empresario en los años ochenta y noventa y cuya enorme fortuna, que se calcula en el orden de los 300 millones de dólares, fue hecha, en parte, a costa de los derechos laborales de los  trabajadores que despidieron él y sus socios. En un video (http://my.barackobama.com/Romney-Economics) en el que ofrecen su testimonio ex trabajadores de GST Steel, Dade Behring y la tienda de ropa Stage Stores, y en unas láminas con información dura, se denuncia que Romney compraba las compañías desde su filial Bain Capital, inflaba las acciones en la Bolsa, las vendía cuando estaban en su cima obteniendo ganancias de millones y después las abandonaba a su suerte y a la quiebra, teniendo que despedir a sus empleados. En este testimonio, víctimas de las operaciones informan que se despidió a más de nueve mil trabajadores de las tres empresas, dejándolos sin liquidación y sin seguros de ningún tipo. Aparentemente, se trata de un caso más de capitalismo salvaje, de poca ética empresarial y de pésima administración que tan bien expone Tony Judt en su libro Algo va mal. Si Romney no fuera el virtual candidato republicano estos datos retratarían un caso más de especulación sin escrúpulos que fue en gran medida la que causó el septiembre negro de 2008 y que aún tiene sumido a EU en una recesión que le ha complicado la reelección a Obama.
No obstante, estos antecedentes retratan a un político frívolo y arbitrario que bien puede convertirle en otro candidato pasivo para los republicanos, tal y como fue el caso con Sarah Palin cuando acompañó a John McCain en 2008. Con base en estos grises antecedentes empresariales de Romney, se puede especular acerca de por qué muchos republicanos moderados temían que se convirtiera en candidato, toda vez que carecía de la autoridad moral para denunciar la gestión económica de Obama. Así, su argumento de que es buen candidato por haber sido empresario exitoso se puede desmoronar en cualquier momento.
En otro frente Obama también ha asumido una ofensiva por demás original. El pasado 9 de mayo declaró en una entrevista: “Las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”. Este posicionamiento, aún sin repercusiones legales y por el momento, según lo informa el NYT, quizás sin mucho jalón mediático entre la gente, resulta, sin embargo, sumamente audaz, además de ser histórico. Por primera vez un Presidente se había pronunciado así sobre tema tan polémico. Electorero o no, obligó a Romney a pronunciarse radicalmente en contra: “El matrimonio es la relación entre un hombre y una mujer”, declaró el ex gobernador. Se trata ciertamente de una apuesta muy riesgosa de Obama que tiene por lo menos tres aristas: 1) acorrala y enreda a Romney en medio de su propio cerco ideológico impuesto por el extremista Tea Party y lo obliga, evidenciándolo, a negar derechos civiles legítimos de una minoría extensa (la homosexual) y que cuenta con las simpatías de la mayoría de los segmentos de población, como mujeres (51%), jóvenes (63%), liberales (68%), moderados (56%) población blanca no latina (47%); 2) intenta exponerlo como un intolerante de extrema derecha que no reconoce que se trata de un tema de reivindicación de los derechos civiles de una minoría que, aunque aceptada socialmente, no cuenta con garantías legales justas de convivencia; 3) Obama, como representante de una minoría racial, se vuelve a colocar en el centro, como el pararrayos del debate, obligando a Romney al repliegue o, al menos, a ponerse en evidencia como un actor insensible que no conoce del tema de género en pleno siglo XXI; en cambio, Obama se reafirma como un personaje sensible y abierto al tema y, quizás, gradualmente impermeable a las difamaciones de Romney. En ambos asuntos, el manejo de la economía y los derechos civiles, parece que Romney irá cuesta arriba toda vez que están sobre la mesa suficientes evidencias que hasta ahora lo descubren como un político marrullero, poco sensible y calificado para volverse estadista.

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