Nicolás Maduro sufre de serios conflictos de
identidad. Sabe que no es Chávez y que por lo tanto tiene que asumir una
ofensiva retórica que le de el poder que nunca podrá obtener después del
desastre electoral en el que ganó por un escaso y cuestionado punto. Este
controvertido triunfo, puesto hoy en entredicho por sus opositores y por
amplios sectores de la opinión pública mundial se ha convertido en el tema
favorito del presidente. La última es la acusación de que lo quieren inocular
con veneno para provocarle una muerte gradual, al igual, acusa, que hicieron
con Chávez. su acusación se dirige al ex embajador estadunidense ante la OEA, Roger Noriega
quien estaría en misión en Panamá, desde Miami, para lograr este cometido. Igualmente,
su discurso incendiario ha atacado a los medios de prensa internacionales.
Ahora le tocó a la CNN, que estaría orquestando, acusa el sucesor de Chávez, una
campaña en su contra para derrocarlo.
Por su parte, Henrique Capriles, el candidato
perdedor y quien acusa de fraude y de legitimidad a Maduro, inicia una gira
internacional que podría ser permanente. Ya visitó Colombia y fue recibido por
el presidente Santos, ocasionando una sonora protesta de Maduro, que ya lanzo
la amenaza de que se retira de la mesa de negociaciones con las FARC,
organización con quien supuestamente el régimen venezolano ha estado vinculado
en el trasiego de drogas, dólares y armas. Por el momento esta amenaza no tiene
repercusiones de consideración y las negociaciones siguen. Lo que Maduro está
queriendo provocar es un resquebrajamiento de las alianzas locales y globales,
presionando a todo el que se mueva hacia el más mínimo cuestionamiento de su
investidura.
Al mismo tiempo Venezuela es un desastre
económico sin precedentes. La inflación supera el mil por ciento, los insumos
alimenticios y de todo tipo son escasos y el posicionamiento del ejército, si
bien ya está dado entre algunos de sus mandos, es aún un misterio, sobre todo
en lo que cabe al papel que jugará Diosdado Cabello, Presidente del Parlamento y
fuerte ex precandidato presidencial junto a Maduro, además de gran aliado de
importantes mandos de las Fuerzas Armadas, de las que él forma parte. Todos
estos son elementos que hacen prever una corta presidencia de Maduro, pero un
largo conflicto político en Venezuela, hoy atrapada de nuevo en un discurso
caudillista, por demás mediocre y ramplón. El caudillismo ha vuelto a ocupar
los lugares que habría que destinar al concurso eficaz de las instituciones
democráticas y en cambio se ha apostado por la confrontación ideológica tanto
en la narrativa como en la acción estatal al más viejo estilo de guerra fría. Con
esto se busca el concurso de los aliados ecuatorianos, bolivianos y argentinos.
No se diga el muy firme apoyo que ya tiene de Cuba a quien le regala Venezuela
en subsidios petroleros cerca de 10 mil millones de dólares al mes. Este penoso
sainete político es la evidencia de la gran resistencia al cambio democrático
que se sufre en el subcontinente y que se ha convertido de nuevo en una
narrativa nostálgica, autocomplaciente y demagógica.
En
vez de ver hacia el futuro, se ha recurrido a la reivindicación de un discurso
mítico y vacío que se confronta hoy más que nunca ante la evidencia de su
creciente desagregación y fractura. Maduro irrumpe en este escenario como un
caudillo pequeñito y desarmable, probablemente de corta duración y que está
provocando la prolongación de un conflicto que su régimen no tiene la capacidad
de resolver por la vía pacífica, y que ya estaría pensando en una salida
represiva como respuesta desesperada. Ante este riesgo la hipótesis de la
actuación de actores individuales como Brasil y México, y de organizaciones
como la OEA, adquiere fuerza y muy pronto tendrá que verse en los hechos hasta
donde puede y quiere llegar para detener una crisis que puede incendiar
gravemente la región. Ya lo decía Martí, “ni de Rosseau ni de Washington viene
nuestra América, sino de sí misma”. El embrollo venezolano es la oportunidad
para demostrar grandeza de miras. La gran pregunta es si estaremos preparados
en América Latina para tan prometedor momento.
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