La violencia del crimen organizado en la relación bilateral amenaza con salirse de las manos (si no es que ya se salió) y atentar contra la seguridad nacional de Estados Unidos y México (algo en lo que Washington ha puesto mucho énfasis) poniendo en riesgo la agenda de seguridad de ambas naciones. El presidente Joe Biden confronta varios quiebres geopolíticos en diversas regiones del mundo. Cada tema alude a una o varias regiones, o cada región es en sí misma un gran tema. En Gaza y en Ucrania, por lo pronto, se juega el pellejo político, debido a las guerras y hasta el momento ha intentado, con éxito relativo, contener a Benjamin Netanyahu y a Vladimir Putin. Ambos conflictos le han pasado la factura a Biden a nivel de la política interna en un momento en que el presidente tiene a Kamala Harris jugándose la Presidencia frente a Donald Trump. Las protestas internas, esencialmente de estudiantes graduados en más de 30 universidades en la Unión Americana y de sectores de población musulmana y afroestadunidense, representan la mayor muestra de inconformidad registrada durante su Presidencia. Si la alternativa de condicionar su apoyo a Israel en su ofensiva en Gaza y el Líbano no le resulta y Netanyahu se sale con la suya al atacar a Hamás y Hezbolá y de pasada seguir exterminando a la población palestina de la franja, Biden puede terminar mal su mandato en lo que al tema se refiere. Más aún, podría perder en forma importante el voto en estados bisagra que son claves en la elección como Pensilvania, Arizona, Nevada, Georgia, Michigan, Wisconsin y Carolina del Norte. El tema migratorio que es un hecho como tema de la campaña presidencial, es también un tema crítico y candente para Biden y Harris. Si no hay acuerdo con México en contener los flujos migratorios que provienen del sur del continente y de otras regiones del mundo, la fractura geopolítica será de proporciones enormes. Y el impacto de esta fractura en la dimensión doméstica de la política podría ser catastrófica para el presidente. Sea como sea, la migración hacia Estados Unidos desde México es y será una asignatura pendiente en los próximos años. Y con toda seguridad, si gana Trump las elecciones de noviembre 5, será un tema para el cual México debe de estar bien preparado desde ahora mismo, porque Trump viene con un ímpetu muy venenoso al respecto.
Por su parte, la ruptura democrática que representan los triunfos de la ultraderecha nacional populista, y en particular la posible presidencia de Trump por los próximos cuatro años, es un reto para la estabilidad democrática y la sobrevivencia de las instituciones republicanas en aquellos países y regiones en donde esta forma de extremismo político prevalece. En estos momentos, Estados Unidos es la principal preocupación toda vez que, si gana Trump, tendremos de nuevo un retroceso democrático y un ataque a las instituciones democráticas de proporciones inconmensurables.
Por otro lado, la violencia del crimen organizado en la relación bilateral amenaza con salirse de las manos (si no es que ya se salió) y atentar contra la seguridad nacional de Estados Unidos y México (algo en lo que Washington ha puesto mucho énfasis) poniendo en riesgo la agenda de seguridad de ambas naciones. Tal desenlace representa un quiebre histórico en el ámbito de la relación entre ambos países. Y también un fracaso de la cooperación bilateral en esta materia, que muy probablemente radicalizará a las agencias de seguridad estadunidense en contra de la fallida política de seguridad del gobierno de México, la cual deberá ser modificada por otra con más fuelle punitivo que detenga el avance de las organizaciones criminales en todo el territorio nacional. Los recientes acontecimientos en Guerrero, Sinaloa, Jalisco y Tamaulipas, en donde han perdido la vida varias personas, incluidos menores, es una llamada de atención a la jefa de Estado para que modifique la fallida política frente al crimen organizado que le heredó su padrino político. Lo único que le heredó fue un conflicto que debe de resolverse, entre otras cosas, con una estrategia de recuperación de espacios territoriales, que hoy en día están en manos del crimen organizado y tienen al Estado mexicano a su merced y a punto de convertirlo en un Estado fallido. Estos son los pendientes que le deja Biden a su sucesor/a y es de temerse que si la Presidencia queda en manos de Trump, estos problemas, más que resolverse, se van a exacerbar y profundizar a extremos muy peligrosos.
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