Hace cuatro semanas, el presidente Joe Biden renunció a seguir compitiendo por la reelección. Gran decisión que reanimó a su público. Después vino Kamala Harris y el Partido Demócrata despertó y se colmó de un entusiasmo que no se había visto desde Barack Obama y que se reflejó en la Convención Demócrata que se llevó a cabo del lunes al martes pasados. Un sentimiento de unidad chovinista ha cubierto todos los acontecimientos recientes organizados alrededor de Kamala Harris y su compañero de fórmula, Tim Walz, gobernador de Minnesota. Nada es igual ya de cuando Biden aún gateaba su candidatura reeleccionista. En la narrativa de Harris ha prevalecido un tono nacionalista que sólo se diferencia del trumpista en el énfasis excluyente que el último le ha impreso a su discurso desde que se convirtió en celebridad de la farándula republicana.
En todo caso, el reto para Harris es mayúsculo. Saltar desde la vicepresidencia como una desconocida para el común de los estadunidenses, requerirá la construcción de una gran coalición como la que Obama y Biden pudieron construir en su momento. Se trata de una coalición de votantes con intereses distintos y muchas veces coyunturales, no ideológicos. Joe Biden recibió 81 millones de votos en 2020. En esa coalición de votantes estaban desde Alexandra Ocasio-Cortez, la joven congresista izquierdista de Nueva York, hasta Cindy McCain, la matriarca del republicanismo en Arizona. Aunque es muy posible que una coalición tan amplia sea irrepetible esta vez, lo cierto es que Kamala Harris ha logrado en muy poco tiempo (menos de un mes) atraer la atención de la población femenina, los jóvenes y a minorías estratégicas como la afro estadunidense y la latina. Por lo que se pudo apreciar en la convención, también tiene un público compuesto por republicanos inconformes con Trump y con el culto que el Partido Republicano le ha brindado y con un sector de independientes e indecisos que ven en esta candidatura aire fresco y renovador, lejos de la alternativa tan odiosa para muchos, representada por dos candidatos seniles y limitados por su edad. Así las cosas, ocurre con la emergencia de Harris que una inyección de ilusión que no tenían con Biden en esta ocasión, esté dominando el ambiente político demócrata e idealmente el estadunidense también.
Los demócratas y eventualmente una mayoría de estadunidenses, están recuperando la fe en una victoria contra Trump y todo lo que representa de un pasado poco glorioso. Las encuestas así parecen confirmarlo. La mayoría de las encuestas a nivel nacional le dan una ventaja a Harris de entre tres y cinco puntos. Además, es puntera en prácticamente todos los estados bisagra (salvo Arizona) que son determinantes para ganar la elección en el Colegio Electoral, Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Georgia. El despertar de la imaginación colectiva que ha representado la candidatura de Harris es todo un fenómeno.
En su discurso de aceptación, Kamala Harris prometió ser una presidenta para todos los estadunidenses a diferencia del discurso de Hilary Clinton cuando fue candidata, el cual fue divisivo y polarizante. Esta vez, y de nueva cuenta, Harris apeló al voto republicano disidente e indeciso, todo lo cual le puede atraer o ya le está atrayendo votos de diferentes sectores que daban por muerta su participación en la elección. También advirtió de los peligros de que Trump regrese a la Casa Blanca y reinstaure sus políticas confusas y represoras, sobre todo en contra de los migrantes y de las mujeres. Ofreció apoyar a la clase media y a su recuperación económica. Fue un buen discurso que la dio a conocer más y mejor entre los votantes de Estados Unidos y emergió como el fenómeno político en que se está convirtiendo, todo lo cual le puede darle acceso a la presidencia en las elecciones del 5 de noviembre. Por ahora se puede afirmar, a la luz de los resultados de la convención demócrata, que el desafío fue superado con creces y ahora los demócratas se encuentran ante dos meses y medio de una contienda que promete ser cerrada y que será histórica si logran derrotar al trumpismo para siempre.
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