Todos los intentos que Trump ha emprendido para conseguir la paz en dos zonas primordiales, Medio Oriente y Ucrania, han sido infructuosos o al menos malogrados, o incluso mal intencionados. El acuerdo de paz entre Hamás e Israel ha sido un fracaso en la Franja de Gaza. Si Estados Unidos no tiene el poder de contener las ínfulas expansionistas, militaristas e intervencionistas de Netanyahu, el acuerdo no será posible. Tal es el caso si observamos la cantidad de muertos que han causado los bombardeos de Israel desde que se firmó el acuerdo el 8 de octubre pasado. Y no se diga el incumplimiento de Hamás con el desarme que se estipuló en el acuerdo y la continuidad de sus desplazamientos en la Franja que han servido como justificaciones de Israel para atacar, de nuevo, a la población inocente de Gaza. Ambos actores han sido profundamente irresponsables y todavía más lo han sido aquellos aliados, como Estados Unidos, que han sido incapaces de contenerlos. Y mientras tanto Trump hace alarde...
El presidente Donald Trump tiene un índice de desaprobación del 57%, según el Economist, lo cual significa un descenso de su aprobación (39%) de 18% abajo, a un año de su segunda presidencia. La economía es el principal factor de este deterioro de su popularidad, aunque también hay otros elementos como la salud pública. Tanto sus críticos como sus apoyadores han afirmado que este primer año ha sido uno altamente disruptivo, que, por cierto, ya se presagiaba debido al discurso incendiario que lo caracteriza desde siempre, en particular aquel 6 de enero en que sus hordas invadieron el Capitolio estadunidense provocando la crisis político institucional más grave de la historia de la democracia estadunidense. Esta baja en la popularidad de Trump es sintomática del fin de la luna de miel que todo presidente estadunidense vive, lo único notable es que esta vez la caída ocurrió a una velocidad mayor y abarca prácticamente todos los grupos sociales: hispanos, negros, jóvenes debajo de los 30s ...