Una política exterior dogmática o ideologizada se niega al entendimiento de la profunda naturaleza de las transformaciones y se convierte en una política exterior pasiva e inefectiva para el logro de los intereses nacionales e, incluso, de la implementación de los principios que le son intrínsecos a cada Estado. Está visto que la política exterior del sexenio pasado fue aislacionista, chovinista, timorata y poco pragmática. Sólo hay que ver el zipizape que armó López Obrador al poner “en pausa” (término inédito en relaciones internacionales) la relación con España (junto con otros actos poco dignos de la política exterior mexicana), por el hecho de que España no atendió una exigencia de perdón por la Conquista, pedida por el Presidente. La flamante presidenta Sheinbaum no invitó al rey de España, y jefe de Estado de ese país hermano, y con esto parece darle continuidad a una política exterior que no sólo fue inexistente, sino que desprestigió a México frente al mundo. ¿Tendremos una co
Estados Unidos ha manifestado reiteradamente su preocupación por la reforma judicial y afirmó que ésta afectará la independencia del Poder Judicial y eventualmente pondría en riesgo el tratado trilateral. Hay pausas que matan y esa bien puede ser la que decretó el presidente mexicano en días pasados, a raíz del pronunciamiento del Departamento de Estado, en la voz del embajador Ken Salazar, a propósito de la reforma judicial que ha impulsado López Obrador. Estados Unidos ha manifestado reiteradamente su preocupación por la reforma judicial y afirmó (aunque Salazar, siempre salamero, lo haya matizado después) que ésta afectará la independencia del Poder Judicial y eventualmente pondría en riesgo el tratado trilateral –TMEC–- que México firmó con Estados Unidos y Canadá. Junto a esta postura están los posicionamientos de varios medios de prensa como The Economist, The Washington Post, Financial Times, el New York Times, y un número importante de congresistas estadunidenses interesados en